La mamá dejará de usar la camioneta de 700 mil pesos. Sus ingresos malhabidos eran tan altos que hasta se volvió agiotista con cobros de altos intereses.
El hermano ya no tendrá contratos para su laboratorio.
El hermano ya no será regidor.
La tía odontóloga ya no cobrará innumerables facturas de decenas de miles de pesos.
Así, la caída de la familia real en Coatepec.
Que no son de sangre azul, pero sí de hueso azul, hasta los tuétanos.
Dicen que el alcalde lloró la derrota en el árbol de la noche triste, como lloró Hernán Cortés en esa oscura noche, tan amarga como oscura.
Quién sabe qué les depare el destino. Y eso no lo sabe ni la misma pitonisa traída desde la tierra de los tegogolos y los changos.
La derrota duele.
Y es un dolor que nunca acaba, un dolor que se resiste a morir.