Pablo Jair Ortega
Tarde o temprano, hasta el mismo alcalde de Veracruz, Fernando Yunes Márquez, se tenía que enfermar de Covid.
Y eso que gente cercana al presidente municipal comentan que ya toda su familia se vacunó en Estados Unidos, desde que comenzó la campaña masiva en Estados Unidos.
Lo que al parecer ignora Yunes Márquez, es que con todo y vacuna el coronavirus se contagia y no deja de ser mortal. La vacuna es de emergencia y sólo ayuda a tener un poco más de anticuerpos.
Pero él mismo ha demostrado ser descuidado y valemadrista ante la pandemia: hasta un día lo exhibieron en un video en redes sociales cuando en los momentos más álgidos se encontraba tomando una cerveza en los portales, como si nada.
También ha sido el promotor de actividades recreativas en el zócalo, justo cuando crecían los contagios de Covid, minimizando la pandemia y dejando de lado las medidas sanitarias.
De hecho, el puerto de Veracruz no ha dejado de ser el municipio más contagiado de la entidad desde que comenzó la pandemia. Se ha mantenido por varios días en semáforo rojo.
No obstante, con insolencia y de manera muy irresponsable, el edil permitió que se hicieran eventos en el centro histórico. Eso fue público y notorio.
Y no nos hagamos tontos: lo hizo simplemente por llevar la contraria al gobierno federal y estatal que no son de su agrado, a costa de la salud de los veracruzanos.
En recientes horas confirmó que tiene Covid y que se está resguardando en casa, allá en su depa de lujo en Boca del Río, en la Torre Atelier.
Pero no es la primera vez que se enferma. Dicen que también en 2015 tuvo un padecimiento grave. Anteriormente, también otro problema que lo llevaron a tratamiento fuera del país.
CUANDO ELBA MANDÓ A ALEMANIA A FERNANDITO PARA CURARSE
En ese entonces se comenta que su salud la descuidaba mucho.
Y es que dicen, pasó de la vida de los excesos a frenarse tantito para cuidarse.
Uno de esos excesos le pegó cuando era legislador. Se cuenta que tuvo que ausentarse de su posición por al menos dos meses.
Según esto, los excesos le ocasionaron —o al menos ese fue el pretexto para ausentarse— que una bacteria le diera una infección marca diablo, una diarrea de esas que casi sientes que despegas de la taza; bajó mucho de peso y dicen que ese bicho le estaba comiendo la carne.
En ese entonces, cuentan, todavía había buenas relaciones con una amiga del padre: Elba, todavía todopoderosa, omnisciente, casi milagrosa; millonaria, con recursos ilimitados, la dueña del gremio más poderoso.
No lo pensó dos veces…
–¡Vamos a mandarlo a Alemania! ¡Tengo unos amigos en la “Simens”! ¡Ahí podemos curarlo! ¡Preparen mi jet para llevarlo!…
Dos meses fuera, con todo pagado por la madrina Elba, para salvarle la vida al hijo de su gran amigo, uno de los más cercanos. El de las convivencias íntimas.
Fernandito se recuperó.
Quién diría que unos meses después, su padre y la madrina terminarían pasando del amor al odio como un par de novios adolescentes de esos que son bien tóxicos.
Y no sólo eso: una vez encumbrado por recomendaciones de ella, empoderado en un nuevo partido donde podía manipular a los incautos que creían en él, le terminó mostrando su desprecio público como si nada le debiera, ni siquiera el apoyo para el momento de crisis del más chiquito.