Por Lenin Torres Antonio
Exultante termina su intervención la senadora Lilly Téllez, la otrora ex morenista, ahora venida panista de extrema derecha, como el buen torero, perdón, torera, para hablar con un lenguaje inclusivo, aunque distorsionamos el buen español; que después de lidiar un buen toro bravo y haberle asestado el estoque mortal, pasea alrededor del coso taurino mostrando las orejas y el rabo en señal de triunfo, ejemplar estética de la tauromaquia, ella, se queda unos instantes alrededor del atril del orador con el libro “El padrino” de Mario Puzo, mostrándolo y dejándolo al alcance de la mano de los comparecientes, los responsables de la seguridad del gobierno federal progresista del presidente Obrador, antes, esgrimió la retahíla de conocidos argumentos para demostrar que el tema de la inseguridad y la violencia es un asunto pendiente de resolver, le faltó sólo decir, “como hace muchísimo tiempo”, y también, que anteriormente nunca adoptó una oposición crítica tan histérica a los anteriores gobiernos neoliberales, quizás por eso, porque fueron neoliberales, aunque fuesen ineficientes, corruptos y responsables director del deterioro del estado mexicano.
Intenta que queden sus palabras resonando como si hubiera descubierto el inédito argumentos para demostrar que las políticas públicas en materia de seguridad han fracasado, y en forma de sátira y mofa grita: “ahí están los abrazos mejor que los balazos”, convencida que la Guardia Nacional al encontrarse con elementos de la delincuencia organizada deberían actuar con contundencia y combatir la violencia con violencia, porque en su limitada visión del problema de la violencia “los abrazos” no funcionan, recordando con esto, al generalísimo comandante supremos de la fuerzas armadas Felipe Calderón Hinojosa, que vestido marcial y borolezcamente inicia la lucha frontal contra el crimen organizado sin un plan integral, y sin importarle que al asunto del narcotráfico todavía no traspasaba hacia la vida cotidiana de los mexicanos, e inicia sin ton ni son el desangramiento de México a costa de miles de vidas humanas, tanto de miembros del crimen organizado como del mexicano de pie.
Lilly Téllez con su pobre visión piensa que el problema de la violencia y el crimen organizado es por generación espontánea, y que debe el Estado Mexicano usar la fuerza de las armas para detenerla, como hacen los niños en sus lúdicos juegos de guerra, donde su imaginación les da nada más para poner de un lado a “los malos”, y del otro lado a “los buenos”, y agarrar con sus manitas a los que le hace de “buenos” y golpear a los “malos”, aunque después de jugar, dejen a todos los participantes tirados en el suelo como un campo minado de cuerpos inertes, donde nadie, ni buenos ni malos se mantiene de pie.
Pasa desapercibida que la violencia y el crimen organizado tienen un proceso de desarrollo de multifactores que inciden para que se convirtieran en un problema grave en México, y que en la actualidad más de 500,000 personas, aproximadamente, en México, estén involucradas en el crimen y la delincuencia organizada, y sean factores que generan violencia y perturbación a la tranquilidad de los mexicanos.
De su perorata sobre la inseguridad en México, lo que más intentó que hiciera ruido, es exhibir a la Guardia Nacional como impasible y permisiva ante el crimen organizado, apoyándose en video conocidos, cuando se topan miembros de la Guardia Nacional con miembros del Crimen Organizado, y su reproche ingenuo o malintencionado, de reclamar que no hacen nada, pensando limitadamente que lo que se tienen que hacer es aprenderlos, obvio, a través de la violencia, aunque se “lleven entre las patas” a la población civil. Esa manera de calificar al personal castrense con la palabra misógina “de edecanes”, ignora que hoy el personal castrense no está al servicio del narcotráfico ni de los intereses de esa clase política que lo usaba para ocultar sus fechorías como los 43 estudiantes asesinados de Ayotzinapa, y que tienen muy claro que primero está la preservación de la integridad de la población. Ahora la senadora venida voxista quiere que México se convierta en un campo de batalla.
Hay tres temas que deberían ser, pero no los son, asuntos que unan y preocupen a toda la clase política: la pobreza, la inseguridad y la pandemia del coronavirus, las dos primeras, porque han sido productos de la degeneración de los anteriores gobiernos neoliberales que por pasivos o por activos fueron los directamente causantes del progresivo incremento de la inseguridad y la pobreza en México, y que incluso, en el tema de la inseguridad, llegaron a coludirse con el crimen organizado, el último problema, la pandemia del coronavirus, porque es un problema de salud que agarró al mundo desprevenido y que es un problema que demanda la voluntad de toda la humanidad. Pero no es así, los tres problemas la oposición al gobierno progresista de AMLO los han usado como una arma política para desacreditar intentando infructuosamente ubicarlos en el presente su origen, problemas que todos sabemos fueron el resultado de la degeneración de la política y de la clase política, por eso ningún nuevo argumento ni propuesta original para la solución de la inseguridad que vive México oímos de los gritos de la senadora panista Lilly Téllez, tan sólo la reiteración que el problema de la inseguridad es un asunto de la actualidad, en cuanto temporalidad, y que es responsabilidad del gobierno federal aunque ignore premeditadamente que se vive en una federación, como vemos, para unos casos se es federalista para otros centralista, así se las gasta la oposición a AMLO en México.
Pero no es extraño ver a la oposición contar tanto los muertos por el covid19 de la pandemia del coronavirus como los muertos por la violencia a causa del crimen organizado, como si ellos tuvieron la solución, pero que perversamente se la guardan y ocultan hasta que sean gobierno. Desgraciadamente como todavía cuentan con el poder mediático, o sea, los inmorales medios de comunicación a diario contabilizan y muestran la sangre derramada de mexicanos por esos males que aquejan terriblemente a la sociedad mexicana, principalmente, los de la violencia a causa del crimen organizado y los muertos y enfermos a causa del covid19.
Hubo un punto de inflexión en el problema de la violencia del crimen organizado, históricamente hablando, en un asunto que era exclusivo de ciertos territorios, principalmente, la frontera, a un asunto que se generalizó y se extendió por todo el país. Creo que primero fue el hecho que México pasó de ser un país de paso en el trasiego de la droga que provenía de Sudamérica, principalmente de Colombia, a ser un país productor y consumidor de drogas. Se suma el hecho que los estados neoliberales conservadores, sus gobernantes comenzaron a participar y beneficiarse del gran negocio que siempre ha representado los estupefacientes. Estos estados coludidos fomentaron el comercio global de la droga, y expusieron a la sociedad mexicana a las consecuencias de la lucha entre los carteles por las principales rutas hacia la venta final el mercado yanqui. Como podemos ver el problema de la violencia provocado por el crimen organizado no es asunto fácil de resolver, más cuando está en juego millonarias ganancias que el estado mexicano no puede sustituir ni siquiera reinsertar a la sociedad a esos más de 500,000 mexicanos que viven y trabajan del narcotráfico.
La enjundiosa e histriónica senadora Lilly Téllez lamentablemente no practica una metacognición que le permita hacer análisis sobre las palabras que vertió sobre el problema de la inseguridad y la violencia provocada por el crimen organizado y el narcotráfico. Su análisis inconexo y voluntarioso no deja de ser sofisma, y parte del irresponsable comportamiento de la oposición en esos asuntos que deberían ser responsabilidad de todos los mexicanos, y principalmente de la clase pública y política.
El gobierno de Obrador hace malabarismo con lo que tiene a la mano. Dejar de combatir la violencia con violencia fue y es una primera y buena medida, salvo que se quiera pedir, paradójicamente, a quién son parte del problema, primero, como el principal mercado de la droga, y segundo, como el principal productor, prostituido por el libre comercio, de armas que inundan nuestro país, con la complacencia del gobierno americano, quizás presionado por la poderosa Asociación Nacional del Rifle de los EEUU, a quien cada 4 años sus presidentes deben rendirles pleitesías, ¿será porque el Imperio Yanqui siempre ha vivido de la violencia, y necesita tanta droga para mantener el ficticio sueño americano?; que intervenga con sus poderío armamentístico y sus sofisticados medios de comunicación que hasta las anginas pueden vernos para combatir al crimen organizado.
Aunque la oposición intenta hacer de la frase de Obrador “abrazos no balazos” una mofa, el estado, aunque en teoría para no ser un estado fallido debe ser quien ejerza exclusivamente la violencia para aplicar la ley, la verdad es que no es así, salvo que se tenga la visión pobre, que ha demostrado su fracaso, de combatir la violencia con violencia, y se vietnamice la lucha contra el narcotráfico, por eso los resultado no se hicieron esperar al llamado a la guerra del generalísimo Felipe Calderón Hinojosa, y que a la postre se descubrió que quienes hacían el llamado a la guerra formaban parte de los dos bandos; “en México han sido asesinadas alrededor de 350,000 personas y más de 72,000 continúan desaparecidas —según cifras oficiales de enero de 2006 a mayo de 2021— no solo por la militarización, sino sobre todo porque los soldados salieron de los cuarteles para combatir una guerra ficticia” (1).
Aunque sé que las medidas adoptadas por el gobierno del presidente Obrador son las que las circunstancias le han permitido, principalmente por recibir a un país gangrenado por la corrupción y exacerbado por la violencia provocada por el crimen organizado no son suficientes, y que la inmoral oposición aprovecha para “llevar agua para su molino”, porque los ciudadanos quieren vivir en una sociedad en paz y tranquilamente. Por lo que se hace necesario involucrar, principalmente aquellos quienes participaron en la degeneración de la política y del estado mexicano, y convocar a la unidad para juntos buscar la solución al grave problema de inseguridad, la pobreza y la pandemia del coronavirus que vive México.
Pero también debemos saber que el problema de la violencia que genera el narcotráfico y el crimen organizado no se resolverá con armas y tanques, y si con un sociedad con justicia social, con una sociedad que pueda educar y responsabilizarse de esos 500,000 mexicanos y mexicanos que están en paralelas vidas, una, que los induce a la anarquía y vivir fuera de la ley que hemos aceptados como correctas, y, otra, que estoy seguro al igual que los demás conciudadanos, quieren vivir en paz y con certeza de futuro.
No sé cuánta sangre tenga que seguir derramándose hasta entender que sólo tenemos un espacio en común y que está en las manos de todos, la seguridad, el progreso, la salud y la felicidad.
1.- https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2021/06/14/mexico-guerra-narcotrafico-calderon-homicidios-desaparecidos/ un buen artículo “Opinión: Una guerra inventada y 350,000 muertos en México”.
Septiembre de 2021