ColumnaSinNombre
@pablojair
TERCER AÑO, LA MITAD DEL CAMINO
El gobierno de Cuitláhuac García Jiménez llega a su tercer año del sexenio, la mitad del camino en su gobierno. Se entregará primero por escrito en el Congreso del Estado este lunes y posteriormente, el martes, el mandatario estatal dará un mensaje desde Tlacotalpan, la perla del Papaloapan.
Mire, es cierto, no todos los gobiernos son perfectos y en ese mismo tenor pasaron gente como Dante Delgado Rannauro, Fidel Herrera Beltrán o Miguel Ángel Yunes Linares, quienes se prepararon toda la vida para convertirse en gobernadores de Veracruz. El primero lo fue, pero sustituto, cuando al entonces gobernador Fernando Gutiérrez Barrios (1986-1988) lo llamaron desde la Presidencia con Carlos Salinas de Gortari para convertirse en su secretario de Gobernación. Por su parte, Fidel y Yunes (amigos desde muy jóvenes; enemigos ya de viejos) aspiraron desde chavos a ser los que algún día tomarían las riendas de uno de los estados más importantes de la república, pasando por varios cargos hasta lograr su objetivo.
Se mencionan a esos tres porque son considerados los tres genios políticos que ha dado Veracruz (sí, con defectos, probables delitos y toda la cosa), que si en algún momento se hubiesen aliado, fácilmente los veracruzanos nos hubiésemos apoderado de Los Pinos desde hace años. Son mentes brillantes que también tuvieron errores y a algunos les costó el exilio, el repudio, la ingratitud y casi el olvido.
Quizás Cuitláhuac no tenga la experiencia de los anteriores, pero no se le puede menoscabar que ha estado en la lucha social desde muy joven, que ha caminado a contracorriente y ganando espacios que la soberbia de la clase política acomodada pensó que nunca ganarían él y sus jóvenes colaboradores.
Todavía se recuerda, por ejemplo, cuando arrasó en 2015 la diputación federal en Xalapa, colocando a Morena en el mapa político veracruzano. Si fue porque sus opositores eran malos candidatos o no, nadie puede negarle que su trabajo de campo (junto al de su equipo) fue el que impulsó el voto a favor del partido lopezobradorista en la capital de Veracruz.
Sí, tuvo mucho qué ver la imagen del presidente López Obrador, que en Xalapa tiene un bastión muy grande, pero no todo lo carga él como se quiere hacer creer, porque a final de cuentas alguien tiene qué hacerse cargo del estado.
Al gobernador se la ha criticado porque tiene una política muy diferente a lo que se acostumbraba; un ritmo y visión distinta al de sus antecesores. Por ejemplo, personal que lo acompaña en las giras por el estado incluso señala que más que visitar ciudades grandes, él acostumbra visitar de sorpresa muchas comunidades que muchas veces empleados que tienen años trabajando en Gobierno del Estado ni siquiera sabía que existían.
Otra parte visible ha sido la real austeridad en cuanto a no hacer dispendio de recursos públicos, comer en lugares sencillos, no utilizar aeronaves (hoy destinadas solo a asuntos de seguridad pública, protección civil y salud). No se ha visto que esté enriqueciendo un patrimonio personal y hasta el momento no ha realizado viajes innecesarios al extranjero. Tampoco tiene un exceso de seguridad, como cuando se veían las caravanas de funcionarios y catadores de gases que regularmente rodeaban al gobernante en turno.
Son cosas aparentemente sencillas, de poca relevancia, pero no es así: la gente estaba cansada de los excesos y de que la clase política se los restregara en su cara.
De hecho, uno de los aciertos más visibles de la administración de Cuitláhuac García es tomó el control de la deuda que sus antecesores —desde los tiempos de Miguel Alemán Velasco— dejaron que creciera a un ritmo alarmante hasta casi llegar al nivel de impagable y por primera vez en tres sexenios priístas y un bienio panista hay control de la deuda. Ya no representa un problema para Veracruz, de acuerdo a lo que ha comentado a periodistas el secretario de Finanzas, José Luis Lima Franco.
Hay temas también inéditos en seguridad, como el hecho de que un diputado local priísta de Oaxaca y un regidor electo de Morena estén detenidos por probables delitos de alto impacto, lo que manda el mensaje de que se acabó la clase política cómplice, encubridora. Imagínese, por ejemplo, que en épocas pasadas recientes el gobernador de Oaxaca le hablara a su cuate, el de Veracruz, para que le liberaran a su legislador. Seguramente hubiese pasado y nadie se habría enterado del escándalo.
Este tipo de acciones, sin duda, han hecho que la delincuencia disminuya, pues la clase política ya va entendiendo que o se porta bien y anda derechita o le cae el moco por andar juntándose con la malandrada y dándole protección.
Tampoco es que todos los problemas de seguridad estén resueltos. Veracruz es un estado complejo donde sigue habiendo violencia en algunas partes y seguramente hay lugares qué atender como la región de Martínez de la Torre y Coatzacoalcos, donde la inseguridad y los delincuentes todavía se resisten a perder lo que representa vivir al margen de la ley o cobrando venganzas de grupo.
Insisto: no es que el gobierno esté exento de errores o que ya haya resuelto todos los problemas de Veracruz, pero hay una inercia muy fuerte para remar contracorriente de gobiernos pasados que dejaron un desmadre en el estado, entre problemas financieros, de seguridad, etc.
Es curioso, pero de haber habido errores graves de Cuitláhuac, el pueblo ya se lo hubiese cobrado en las urnas. Las recientes elecciones fueron de hecho el primer examen para evaluar al gobernador y ahí están los fríos números del electorado que congelaron a sus acérrimos críticos.