Por Carlos Tercero
Recientemente, el pasado 21 de noviembre, se conmemoró el centenario del aniversario luctuoso de Cipriano Ricardo Gerónimo Flores Magón “Ricardo Flores Magón”, ideólogo y precursor de la Revolución Mexicana y a quien, en su memoria, el Gobierno de México dedicara el año 2022.
En 2023, será igualmente trascendente recordar, a cien años de su deceso, un 20 de julio, la vida y obra de José Doroteo Arango Arámbula “Pancho Villa”, igualmente forjador y artífice directo del levantamiento revolucionario de 1910, que constituyera, en términos contemporáneos, la tercera gran transformación nacional.
El encuentro generacional de ambos próceres, a cien años de su partida, brinda la oportunidad de advertir la importancia de la fusión entre la ideología y la acción política; entre la concepción teórico-filosófica del cambio social, y la estrategia y acción territorial que representa dar vida –incluso a costo de la propia existencia–, al pensamiento, a la lucha social y al cambio que, lamentablemente, en más de una vez en el curso de la historia, ha dejado al pueblo de México sin otra opción que la lucha armada, que prescribir por la fuerza, el ajuste que el país reclama.
El legado magonista, tiene tal impacto en el devenir nacional, que con plena vigencia sus postulados son bandera no solo del sector anarquista, intelectual o periodístico, sino que acertadamente se posiciona como ideario de quienes desde el gobierno ejercen la autocrítica que atemporalmente se manifiesta en los postulados de “Regeneración”, del “Hijo del Ahuizote”, o el “Colmillo Público”, que siguen despertando conciencias e impulsando la lucha a favor de la justicia social que haga realidad una vida de bienestar para todo el pueblo de México.
Flores Magón, combatió con su pluma, con sus palabras y con su enorme sensibilidad que ni la prisión pudo reprimir, pues desde el cautiverio expresó su vergüenza al admirar la majestuosidad de la naturaleza, el espectáculo de los astros y del cielo, y contrastarles al ver al hombre humillado, oprimido ante el más injusto sometimiento, palabras que cruzaron la frontera de lo poético y se complementaron con puntuales y severas sentencias contra el poder absoluto, como la siguiente, redactada poco antes de perder la lucha contra la enfermedad en la prisión de Leavenworth, Kansas: “El déspota no lo sabe. Ebrio de poder, siempre incurre en el error de que el pueblo lo ama… No escucha la voz que le aconseja moderación; conserva en muy alto su propia estimación, y comúnmente nunca cede, cuando le sería fácil calmar el peligro para evitar sufrimientos innecesarios, prestando oído a la voz de la verdad”. [Fragmento – Carta de Flores Magón a Gus Teltsch; septiembre 27, 1921].
El derrotero del Comandante de la División del Norte fue diametralmente opuesto, Francisco Villa, seguido por el más decidido ejército, se levantó en armas para hacer efectivo el grito desesperado que Zapata, el Caudillo del Sur, promulgara al unísono de “Tierra y Libertad”.
Soldado incansable y formidable estratega, el Centauro del Norte, trascendió a la posteridad como ícono y referente universal de la Revolución Mexicana, como defensor de la democracia, de la no reelección; quien, forjado por su origen campesino, humilde y huérfano, asumió un sobresaliente liderazgo no tan solo militar sino social como defensor a ultranza de los pobres, al estallido de la Revolución. Su expresión “El país debe ser gobernado por alguien que realmente quiera a su gente y a su tierra y que comparta la riqueza y el progreso.”, refleja la visión del general revolucionario de la patria.
Ambos personajes fortalecen y determinan buena parte de nuestra identidad nacional, por lo que es de reconocer el acierto al haber designado a 2022 como el año de Ricardo Flores Magón y hacer lo propio en 2023 con Pancho Villa, pues al paso de un siglo, siguen vigentes en el diálogo por la construcción nacional que con la fortaleza de nuestro pasado nos impulsa a un mejor futuro.