En todas las familias se fomentan los buenos hábitos, como: levantarse temprano, tender la cama al despertar, ordenar tu ropa, prepara los uniformes una noche anterior, recoger la mesa entre todos, lavar cada uno sus trastes, hacer ejercicio, comer alimentos saludables, limpiar sus zapatos, dormir temprano, en fin, la lista de buenos hábitos puede ser más extensa de acuerdo a cada familia, pero sin duda uno de los mejores es el de la lectura.
En alguna entrega anterior, hicimos hincapié sobre la importancia de impulsar a los niños y los jóvenes a estudiar, a prepararse, a cultivarse, enfatizando que el hábito de leer, genera muchos beneficios, ya que es a través de ello, que se adquieren más conocimientos, se aprenden otras cosas, se logra una buena ortografía, se mejora la dicción, teniendo como plus, un acervo cultural que les permitirá poder entablar una plática con cualquier persona sin distingo de edad, estatus social o nivel intelectual.
Quiero hacer un paréntesis para felicitar a todos los maestros de los diferentes niveles educativos, que dentro y fuera de las aulas, exhortan a sus alumnos a leer y a comprender las obras leídas, abonando de esa manera al maravilloso hábito de la lectura; mi reconocimiento y admiración para todos, de manera especial para la Escuela Freinet de Xalapa, donde mis hijos han aprendido a disfrutar de leer, con una diversa gama de autores como: Andrea Ferrari, Benito Taibo, Jordi Sierra i Fabra, Mónica Lavín, Francisco Hinojosa, Juan Villoro, Sergio Pérez Moreno, Juan Rulfo, Edgar Allan Poe, Pablo Neruda, Homero, Antoine de Saint-Exupéry, Oscar Wilde, Charles Dickens, Agatha Christie, Lewis Carroll, entre muchos más.
Quiero compartirle una anécdota sobre “El libro salvaje” de Juan Villoro, un libro que recomiendo ampliamente, ya que está hecho para fomentar la lectura en los niños y jóvenes, aunque también tiene una historia entrelazada para nosotros los adultos, especialmente para quienes somos padres. Hace algunos años a mi hija Romina, le encargaron éste libro en la primaria, un tiempo después, un compañero de la oficina llegó con el mismo libro y le comenté que mi hija ya lo había leído, él me dijo que estaba muy bonito y hecho especialmente para incentivar la lectura en los niños; ese día al regresar a casa le pedí a mi hija que me prestara su libro para empezarlo a leer, después de avanzar algunas páginas empecé a comentar la historia con mi hijita, ella estaba encantada de que yo estuviera leyendo uno de sus libros, cosa que me sorprendió sobremanera, jamás lo habría imaginado; y ahora tenía un hábito en común que fortalecía el vínculo entre ambos. Cuando terminé de leerlo, decidí pedirle a mi niña que me recomendara otro de sus libros, hecho que la hizo muy feliz, ella me sugirió “El camino de Sherlock” de Andrea Ferrari, y al terminarlo le pedí que me indicara otra obra más, y después hice lo mismo con mi hijito Romel, quien me prestó su libro “Kobix, guerrero águila” de Sergio Pérez Moreno, y de igual forma, fuimos comentando las partes que más nos habían gustado, después me sugirió otro libro más “La más faulera” de Mónica Lavín, y así, en cuestión de meses, sin darme cuenta habíamos formado un club de lectura en la familia.
En lo personal, me encanta la lectura, me hace aprender muchas cosas, por ejemplo: como es el comportamiento humano, las relaciones de pareja, la paternidad, la fe, y entre más libros leo, más quiero seguir leyendo, aunque no tenga todo el tiempo para hacerlo. De hecho, fue gracias a la lectura que comencé a escribir, al igual que Benito Taibo, quien comparte que era un lector que decidió dar un paso al vacío y se convirtió en escritor.
Tengo gran admiración por aquellos escritores que logran hacer que podamos imaginar todas las cosas que suceden en sus historias, lugares, paisajes, colores, sabores, sentimientos y emociones, porque al imaginarnos todo lo relatado, casi podemos viajar a través del tiempo y el espacio, así como me lo expresó hoy mi hijito Romel, que leer es como tener una televisión en tu mente.
Por ello, me gustaría exhortarlo o animarlo a disfrutar esta maravillosa, gratificante, pero sobre todo provechosa experiencia, a través de la creación de un club, círculo o taller de lectura familiar, inculcando los buenos hábitos, reforzando los valores y una buena educación, para el resto de su vida, tal como lo decreta mi libro favorito que es la biblia, en el libro de los Proverbios: 22:6 que dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”
En memoria de mi querido amigo y hermano Fernando Cancela. D.E.P.