Cuentan las malas lenguas que en el pasado no muy lejano, un dirigente priista solía practicar la santería para ahuyentar a sus enemigos y de paso amasar una buena fortuna.
Según se sabe, el dirigente priista -oriundo del sur del estado, en donde se produce mucha piña- solía alimentar a una figura con rasgos humanos misma que tenía justo detrás de su oficina, y con puntualidad religiosa le daba de “comer”, literalmente, para atraer las buenas vibras.
Dicen que este mismo dirigente, que a la postre sería diputado local y federal, y luego secretario de Gobierno, solía también recostarse en el suelo donde era cubierto por billetes de alta denominación, en un macabro ritual para atraer la buena fortuna.
El nombre lo reservaremos por el momento, pero basta decir que la suerte siempre le sonrió a este personaje pues en cada cargo que le otorgaban, salía forrado de billetes, lo que hasta la fecha no oculta y por el contrario suele hacer gala de sus derroches en vehículos de lujo.