Formado en el jurásico priista, su carrera en la administración pública está empedrada de deslealtades y traiciones.
Siempre ha obedecido al amo en turno y se ha plegado a los más oscuros intereses, todo con tal de llevarse no sólo un humilde taco a la boca, sino para engullir los más suculentos manjares.
En el Orfis, se ha conducido apegado a los más abyectos códigos de la malandrería y la hamponería.
En corto, desliza sutilmente que él representa el verdadero poder tras el trono en el Orfis, por ser el alter ego de su titiritero, por lo que la titular -desde su lógica- sería sólo una figura decorativa.
Nos referimos a Tomás Bustos, el auditor especial que se cree dueño de almas y destinos en ese órgano fiscalizador.
Pobre doña Delia, tan lejos de Dios, y tan cerca de Toma-Todo.