La ingravidez del espacio presenta desafíos únicos para los astronautas, y uno de los aspectos más curiosos es la imposibilidad de llorar como lo haríamos en la Tierra. Chris Hadfield, un experimentado exastronauta canadiense y comandante de la Estación Espacial Internacional, compartió su experiencia sobre este fenómeno a través de un video educativo.
En condiciones de microgravedad, los líquidos actúan de manera diferente. Hadfield demostró que, sin la fuerza de gravedad para arrastrar las lágrimas hacia abajo, las gotas de lágrima se acumulan y forman una especie de burbuja alrededor de sus ojos.
Estas no pueden caer como lo hacen en la superficie terrestre debido a la falta de peso que las impulse hacia abajo. En lugar de eso, las lágrimas se agrandan hasta que son lo suficientemente pesadas para separarse del ojo o hasta que se retiran manualmente. Hadfield destacó que aunque los astronautas pueden sentir la emoción que induce al llanto, el acto físico de llorar es fundamentalmente diferente y visualmente notable en el espacio.
Chris Hadfield es un austronauta seleccionado en 1992 como Especialista en Misiones de la NASA, y tres años después estuvo a bordo del transbordador Atlantis, donde ayudó a construir la estación espacial Mir. En 2001, en el transbordador Endeavour, el Coronel Hadfield realizó dos paseos espaciales, convirtiéndose en 2013 en comandante de la Estación Espacial Internacional durante seis meses fuera del planeta, el primer canadiense en lograrlo.
Este conocimiento no solo es fascinante sino también esencial para comprender cómo los humanos deben adaptarse a entornos fuera de nuestro planeta. La explicación de Hadfield no solo satisface la curiosidad sino que también sirve a estudios más amplios sobre cómo el cuerpo humano responde a la vida en el espacio.
Chris Hadfield, el astronauta canadiense, explicó en un video que en la microgravedad del espacio, las lágrimas se producen pero no pueden caer como en la Tierra. En su lugar, forman una bola líquida que se adhiere alrededor del ojo y puede causar un poco de escozor. Durante una caminata espacial en 2001, Hadfield experimentó un momento en el que el líquido acumulado en su ojo lo cegó temporalmente, lo que lo obligó a buscar ayuda de la misión de control. El problema se resolvió liberando oxígeno fresco de su casco. Hadfield sugiere usar un pañuelo para secar las lágrimas en lugar de permitir que se acumulen, ya que esto puede causar dolor si no se manejan.
En el espacio, la ausencia de gravedad significa que las lágrimas no caen como lo harían en la Tierra. En su lugar, se acumulan alrededor del ojo, formando una especie de burbuja. Esta diferencia es no solo fascinante sino también importante para entender cómo los humanos deben adaptarse a vivir fuera de nuestro planeta. Durante una caminata espacial, Hadfield experimentó una acumulación de líquido en su ojo que lo cegó temporalmente, un incidente que resaltó la necesidad de adaptar nuestras acciones cotidianas, como secar las lágrimas, en el entorno del espacio.
El conocimiento que Hadfield comparte es vital para la comprensión de la vida en el espacio y contribuye a la investigación sobre cómo el cuerpo humano se adapta a entornos extraterrestres. Su experiencia destaca cómo incluso las funciones corporales más básicas pueden convertirse en desafíos bajo condiciones de microgravedad, y cómo la ingeniería y la adaptación humana buscan superar esos obstáculos.