José Ortiz Medina / EN CORTO… SIN CORTES
Los temas personales deben ser desterrados del debate político.
Cuando un debatiente usa tópicos de la vida privada del adversario, denota muchas cosas. En primer lugar, revela que no hay argumentos sólidos para derribar al oponente y en un acto desesperado se recurre a la bajeza y a los asuntos propios de un programa de chismes de TV. Ese sería el terreno propicio de Pedrito Sola, Paty Chapoy o Daniel Bisogno. “Ya te enteraste Pedrito que Alejandro Fernández ya le puso el cuerno a su pareja”, diría con voz chillona la Chapoy a Pedrito. Y la audiencia, entretenidísima con el chisme de lavadero.
Esas historias de lo que ocurre bajo las sábanas de los demás, se entiende en esos contextos de los llamados “programas basura”.
Pero introducir esa narrativa en el intercambio de ideas, la verdad es de pena ajena.
Lo anterior lo comentamos por la acusación de “adúltero” por parte de Rocío Nahle en contra de Pepe Yunes, en el segundo debate.
Y además, ¿que no se supone que los de la 4T no son tan persignados al grado de hasta aprobar los matrimonios gay? ¿De dónde habrá salido tan moralina la señora Nahle?
Tan fuera de lugar es condenar la poliamorosidad de una persona, como espantarse -por ejemplo- de las preferencias sexuales de determinado actor político. Es como si en el debate de los candidatos a la gubernatura en 2018, uno de los debatientes hubiese señalado que uno de los abanderados era o es no sólo homosexual, sino que además le es infiel a sus múltiples parejas. Obvio que en esa ocasión, nadie de los asistentes a esa confrontación de ideas, recurrió a tal bajeza.
Lo que sí hubiera sido reprobable es que el adversario de Nahle no hubiese asumido una paternidad responsable, lo cual no es el caso pues no se ha sabido que haya dejado desamparado a sus descendientes. Es decir, no les ha faltado casa, alimentación, cuidados médicos ni convivencia constante. Ya si habría relaciones paralelas, pues ese es un tema que atañe a personas adultas y ya esos individuos ya sabrán cómo resolverlo o dirimirlo. Pero es -insistimos- problemas de ellos, y no necesariamente de la colectividad, a menos que a Pedrito Sola -o a una candidata urgida de votos- se le ocurra explotar ese chismito para acrecentar su audiencia o ganar más “likes”.
Pero acaso lo más abyecto -por no decir penoso o triste- son las focas aplaudidoras que replican el despropósito de Nahle de usar temas privados como reprobable arma política. Festejar la ocurrencia de la morenista revela no sólo la carencia del más elemental sentido crítico y nula inteligencia, sino que pone en evidencia el patético papel de tundeteclas que por un plato de lentejas se prestan a un deleznable circo mediático. A eso ni siquiera se le puede denominar periodismo.
Lo más risible es que la candidata de la 4T se atreva a acusar de “doble moral”, cuando ella, viviendo en la opulencia, trata de engañar que es seguidora de la austeridad franciscana. Eso es treparse en un doble discurso. Pero ante eso, las focas aplaudidoras prefieren callar.
Pero acaso lo peor es que la Tía Chío al parecer se habría dado un tiro en el pie al atreverse a abordar el polémico tema de presuntas infidelidades.
Y es que en estos días han circulado historias donjuanescas del señor Peña.
Bien dicen que no hay que escupir para arriba, pues el riesgo de que la mucosidad caiga en el rostro es altamente probable.