Y Mariana
De la Diversidad…
Mientras chocábamos los vasos con absolut azul, tónic, con sólo un hielo, tal cual los pedimos, él brindó por nuestra hermosa amistad y la oportunidad de coincidir nuevamente, después de más un mes.
–Yo brindo porque hoy, es posible mostrarte al mundo en abierto, sin clósets, sin tabúes, ni señalamientos arcaicos. Pronuncié desde el corazón mientras que su cara se iba desconfigurando con cada palabra, como preguntándose a dónde iba con ese discurso.
Tras las primeras notas amargas en lengua y paladar, soltamos la carcajada.
–Hoy es el día del Orgullo Gay, agregué.
Continuamos la comida y la charla con ese vaivén que, a Él y a mí siempre nos lleva de la carcajada a la confesión, de la reflexión al consejo, de la serenidad a lo histriónico, y nuevamente a la carcajada.
Tras despedirnos, inevitablemente mi mente viajó a tantas sobre mesas en las que, en pleno siglo XXI, aún con las campañas, con los derechos humanos, con las marchas, con los discursos del Papa y con tantos esfuerzos más, me ha tocado escuchar diversidad de personas que todavía cuestionan, e incluso reprueban, las preferencias sexuales de personas cercanas, conocidas o lejanas, sólo porque creen que pueden.
Ante esos escenarios, invariablemente, una y otra vez he tomado la voz para compartir mi convicción: la decisión de cada persona respecto de cómo desea mostrarse al mundo, y de a quién decide meter a su cama es justo así: DE CADA PERSONA. Y los demás no tendríamos por qué opinar, por qué atribuirnos el poder de aprobarlo o desaprobarlo, por qué cuestionarlo o calificarlo.
Ante esos escenarios, todas y cada una de las veces he tomado y seguiré tomando la palabra para compartir mi convicción: la preferencia sexual de cada persona no demerita su calidad humana, su inteligencia, buen corazón, su capacidad de amar, la magnitud de su amistad, el buen trato a sus progenitores y familiares; no le quita del cuadro de honor escolar, de la escolta, ni borra las sonrisas dibujadas en cada festival, en cada logro personal o profesional, en cada abrazo para reconfortar a quien necesita.
Ante esos escenarios, una y otra vez me ha tocado escuchar que se preguntan ¿orgullo gay? ¿qué tiene de orgullo ser gay? Y entonces, me ha tocado levantar la voz por mis amigos y amigas, por mis familiares, por cada una de las personas que amo y que, en la confianza, me han compartido las dificultades sorteadas para poner de conocimiento a su familia, para liberarse, para auto aceptarse, para mostrarse al mundo sin sentir o saber que les señalan o juzgan, y exponer que, seguro es que nada de ello es fácil y que, lograr la aceptación, pero sobre todo, el respeto, en lo público y en lo privado, es y debe ser motivo de orgullo, porque la lucha no ha sido de una, ni de dos personas, y porque muchos y muchas, han muerto en el intento.
Y sí, coincidiendo con lo que circula por las redes, seguramente ante esos escenarios deberíamos plantearnos que ojalá la preocupación de algunos sea que la descendencia no viole, no robe, no mate, no golpee, en vez de aquella arcaica preocupación: ojalá no me salga gay; porque Señor, Señora, gay o no, si educa a sus hijos en y con amor, créame, nada borrará toda la felicidad que traigan a sus vidas, eso lo sé no porque tenga hijos, sino porque mis amigos y amigas, gays o no, han llenado de felicidad la mía y lo siguen haciendo cada día con su acompañamiento y amor.
Así es que sí, hoy brindo y celebro desde el corazón que, desde 1969 comenzó en Nueva York el movimiento que permite que cada 28 de junio celebremos el Orgullo Gay, que permite que se muestren al mundo en abierto, sin clósets, sin tabúes, ni señalamientos arcaicos.
Liz Mariana Bravo Flores
X: @nutriamarina