DE QUÉ CALOR Y CUÁNTAS MOSCAS…

Y Mariana

De qué calor y cuántas moscas…

Un capuchino me apapacha el alma en esta tarde de lluvia y melancolía. Sin importar la edad, amo salir a chapotear, pero hoy, particularmente hoy, disfruto ver llover tras la ventana.

Ese pensamiento pone play en mi mente a la canción de Eliseo Hernández y empiezo a tararear: Afuera llueve y aquí adentro ruge el demonio…

Como las gotas que caen desde el cielo, una a una también lo hacen las frases: ¡Se está cayendo el cielo! ¡No ha parado de llover desde ayer! ¡La lluvia le roba la habilidad de conducir a la ciudadanía! ¡No pudimos salir el fin de semana, estuvo lloviendo horrible! ¡Se me metió el agua! Esas son sólo algunas de las muchas que he escuchado de boca de todos, desde el pasado sábado a la fecha.

Lo cierto también es que, hace apenas un mes, lo que se repetían hasta por debajo de las piedras era: ¡Qué calor! ¡Ahora sí han estado duros los calores! ¡Me voy a empezar a portar mejor porque si en el infierno hace al menos la mitad de calor que aquí, definitivamente quiero ir al cielo! ¡Llevo toda la semana sin agua en casa! entre muchas otras relativas a las altas temperaturas.

Mientras cuchareo la espumita de mi taza, con mucha canela, suelto una carcajada porque caigo en cuenta que, en la generalidad, se piensa que hablar del clima es irrelevante, que es el tema que se aborda cuando no se tiene más que decir, yo misma aprendí de un buen amigo aquella bonita frase para cuando se habla de lo banal: “Vamos a hablar de qué calor y cuántas moscas”.

Lo cierto es que, a mi juicio, hablar del clima hoy debería ser un tema por demás serio y no sólo algo para discutir, sino para tomar acción.

Hace poco, por recomendación, volví a ver Alf, aquella serie ochentera de un extraterrestre que llegó a vivir con los Tanner, desde entonces ahí se abordaba el cambio climático y que llegaría el momento que tendríamos una crisis del agua, sin embargo, queda claro que nunca le dimos la importancia necesaria para evitar llegar a este momento en que los fenómenos naturales se magnifican y, mientras que una semana nos rostizamos, a la siguiente nos inundamos; mientras que en Veracruz teníamos temperaturas históricas que rebasaban los 40 grados, sequías e incendios forestales que arrasaron con hectáreas y hectáreas de árboles; en Puebla la granizada reciente cubrió de hielo las calles; y en Toluca, un tornado arrebataba la vida de dos personas y dañaba todo a su paso… No tardando las heladas también se harán presentes y nosotros seguiremos quejándonos del frío, el calor, o la lluvia…

La pregunta es, ¿qué hacemos ante la crisis medioambiental que ya nos alcanzó? Has reflexionado ¿Cuánto tardas en la ducha? ¿Separas la basura en casa? ¿Has plantado, al menos un árbol en tu vida y te has ocupado de ayudarlo a crecer? ¿Cortas los aros que mantienen unido tu six de cervezas? ¿Aplastas y tapas las botellas de pet para evitar que los animalitos se metan y se queden atrapados? ¿Apagas las luces que no utilizas y desconectas los aparatos eléctricos? ¿Llevas tu taza o termo a tu oficina para evitar utilizar desechables?

Si bien es cierto que la industria es altamente contaminante, que cerrar el grifo del agua mientras nos enjabonamos, o que llevar el cartón al centro de reciclaje parecen granos de arena ante el monstruo del cambio climático, no menos cierto es que, para que exista un cambio debe empezar por nosotros mismos, que si sumamos muchas pequeñas acciones, el impacto en nuestro entorno inmediato comenzará a visibilizarse y, sobre todo, algo que debemos observar es que, como adultos, somos ejemplo de las generaciones por venir ¿qué quieres enseñarles?

Es verdad que llevar nuestras bolsas al supermercado o no pedir popotes, no eliminó ni redujo siquiera el mar de plástico, no evitó la muerte de ballenas y otras tantas especies marinas por ingesta de bolsas, y tampoco evitó la deformación de los caparazones de las tortugas que fueron creciendo con cinturillas de PET; de lo que sí estoy segura es que, si nos mantenemos en la zona de confort de que un pequeño cambio no ayuda, y lo reproducimos como ejemplo, sí contribuimos a acelerar el cambio climático, y a restarle años de vida a la Tierra, a incrementar la escasez de recursos naturales y, el parloteo y las quejas de la lluvia, o el calor, tampoco ayudan.

El capuchino se terminó, pero la lluvia sigue… y como las gotas que caen desde el cielo, una a una también lo hacen cientos de ideas y acciones que podemos emprender para ayudar a nuestro entorno inmediato y, con eso, aportar nuestro granito de arena al esfuerzo mayúsculo y urgente para contener o retardar al menos, al terrible monstruo del cambio climático.

Por favor, la próxima vez que la conversación te lleve al clima, no soslayes el tema, abordémoslo con seriedad y, sobre todo, llevémoslo a la acción.

Liz Mariana Bravo Flores

X: @nutriamarina