EN CORTO
José Ortiz Medina
En el antiguo sistema político mexicano existía la concepción de que la sucesión presidencial o en las gubernaturas iniciaba el primer día en que el Presidente o los gobernadores -para el caso de los estados- se sentaban en la silla embrujada.
Antes de que el tlatoani asumiera el poder, no era común que los columnistas afines al poder mencionaran la lista de los prospectos en el relevo presidencial o en las gubernaturas. Hacerlo, se interpretaba como una falta de respeto al Presidente o al gobernador de los respectivos estados.
Pero con la 4T las reglas han cambiado.
Y así, se ha visto en días recientes que todavía no asume Rocío Nahle la gubernatura, y varios futurólogos barajan a los aspirantes a la primera magistratura de la entidad en 2030. Curiosamente, algunos de esos tempraneros pitonisos han excluido de sus listas a la senadora Claudia Tello y futura secretaria de Educación.
Y excluyen a Tello de manera deliberada tal vez por dos razones: porque siguen creyendo que la política debe seguir siendo asunto de hombres o acaso porque ven a doña Claudia como una pieza bastante competitiva en la sucesión y piensan que al no mencionarla, ya así “la están sacando de la jugada” al menos de sus columnas.
Este análisis no es un pronunciamiento a favor de la señora Tello, a quien ni siquiera hemos tenido la oportunidad de conocer personalmente. Más bien es un comentario desinteresado que pretende ver el bosque y no sólo los árboles, como decía el filósofo español José Ortega y Gasset.
Veamos: Rocío Nahle subió a Claudia Tello a la primera posición de la candidatura al Senado, desplazando a Manuel Huerta, con más años en la lucha de izquierda y con una innegable cercanía con Andrés Manuel López Obrador.
Pero además, no obstante haber ganado la Senaduría, Nahle nombra a Tello como titular en la Secretaría con mayor presupuesto.
Obvio que en 2030 pesará la opinión de Claudia Sheinbaum, pero tampoco deberá desdeñarse el voto o el veto de la próxima gobernadora en Veracruz.
En teoría, pareciera que a quien le deben la candidatura dentro de seis años sería a Ricardo Ahued, a quien la 4T ha sacrificado mínimo dos veces, pues lo hicieron a un lado en 2018 y en 2024.
Pero por otro lado, al interior del grupo político de Rocío Nahle comienza a cobrar fuerza el argumento de que se vería muy mal que la primera gobernadora en el estado de Veracruz le regrese la estafeta a un hombre en 2030. Estos nahlelistas aducen que tanto que se ha enarbolado que “es tiempo de las mujeres” como para que tras seis años de empoderamiento femenino se vuelva a entronizar a un varón. Estos rociístas piensan que sería lógico que tarde que temprano alguien del sexo u orientación masculina asuma las riendas del estado, pero -señalan- mínimo que pasen dos o tres sexenios para que eso ocurra.
En lo que respecta a los demás hombres que se han mencionado, Manuel Huerta no goza de las simpatías de Nahle; Sergio Gutiérrez Luna ya demostró que no gana ni en su casilla, además de que es poco conocido y es bastante antipático; Eric Cisneros podría ser un contrincante de mucho peso y aceptación entre la ciudadanía, pero Rocío Nahle no lo dejará pasar. Amado Cruz Malpica sería otro prospecto pero algo pasó que a pesar de que se llegó a especular que sería el hombre fuerte del próximo gobierno, finalmente no fue así, al grado de que no fue incorporado al gabinete. Juan Javier Gómez Cazarín podría crecer si lo nombraran delegado de los programas de Bienestar, pero si finalmente lo mandan a la representación estatal de la Secretaría de Gobernación, el oriundo de Hueyapan de Ocampo correría el riesgo de convertirse en una figura segundona y poco relevante en el ajedrez político de Veracruz.
Y a propósito de sucesiones adelantadas, en el contexto nacional no son pocos los que ya apuestan que Andrés Manuel López Beltrán, hijo del Presidente Andrés Manuel López Obrador, pudiera ser el candidato a la Presidencia de la República en 2030, ello tras el reciente “destape” como aspirante a dirigir Morena a nivel nacional.