Benito Benítez
La admiración y el respeto por los encinos
¡Si es madera de encino, por eso es tan duradero!
Qué quieres que dé el encino sino bellotas.
A las siete y media de la mañana se reunieron personas interesadas en aprender de los encinos de la región centro del estado de Veracruz, pertenecientes al INECOL, PRONATURA, SEDEMA, Universidad Veracruzana y del Senderito del Bosque de Niebla, quienes enfilaron juntos hacia Tetlaxca, ubicada en el municipio de Ixhuacán de los Reyes.
La coordinación del taller estuvo a cargo de las biólogas Estrella Chévez Martín del Campo y Claudia Gallardo Hernández y los excelentes guías Martín Melchor y su padre Federico Melchor.
El objetivo de la salida era efectuar colectas de ejemplares de encinos, visualizar en campo algunas de las características que los definen y reconocer al menos seis de las especies que se distribuyen en los alrededores de Tetlaxca. Se hicieron colectas de ramas con hojas, de ramas con flores masculinas en sus amentos y algunas con bellotas; también se midieron los diámetros de los troncos a la altura del pecho, así como se calcularon las alturas de sus copas.
Claudia compartió didácticamente sus conocimientos de manera generosa al hablar de los encinos o Quercus que nos embelesaba. Fue una experiencia inolvidable presenciar y participar en la colecta, y reconocer que algunos de ellos son verdaderos gigantes que pueden alcanzar los 30 o más metros de altura y pueden vivir cien o doscientos años, algunos hasta más de quinientos años; o sea, nos trascienden. A pesar de que este año no fue semillero, es decir que muchos encinos no produjeron bellotas, pudimos reconocer en el suelo las bellotas del año pasado, ennegrecidas por el tiempo y la humedad, pero aún mejor observar conjuntos de plántulas en pleno desarrollo lo que nos hablan de una posibilidad de renovación del bosque in situ.
Nosotros como Senderito del Bosque de Niebla teníamos especial atención en identificar al Quercus calophylla y al Quercus meavei, este último es una especie endémica de México, con una distribución muy limitada, que abarca sólo los estados de San Luis Potosí, Hidalgo, Puebla y Veracruz y se encuentra como una especie vulnerable es decir con necesidad de protección. Quercus meavei tomó el nombre de Jorge Arturo Meave del Castillo, ganador del Premio Universidad Nacional 2019, en el área de Docencia en ciencias naturales de la UNAM.
En el recorrido hablaron del encino chicalaba (Quercus insignis), que también se distribuye en México y su bellota es la más grande del mundo, en algunos poblados hacen pirinolas con ellas.
También se pudo constatar la relación de los encinos con las abejas nativas (meliponinas), ya que pudimos observar una colmena dentro de la base de un Quercus meavei, abejas negras llamadas tenchalitas o negritas que corresponden a la especie Scaptotrigona mexicana. Y en un Quercus sapotifolia detectamos abejas también de color negro, pero más agresivas, del género Partamona también conocidas como chivillos, quienes inmediatamente al sentir nuestra presencia comenzaron a enredarse en nuestros cabellos. Las abejas nativas, en esta región montañosa del centro de Veracruz, además de que usan los encinos vivos como casas, colectan sus resinas para elaborar el medicinal propóleo y polen para alimentar a sus larvas.
Se dice que México es el país que alberga la mayor diversidad de especies de encinos en todo el mundo con cerca de 168 especies que representan cerca del 40% de los encinos del mundo; pero lo más llamativo es que 104 especies son endémicas a México, es decir sólo se desarrollan en nuestro país.
El recorrido fue muy agradable, no solo por la convivencia, sino por el acercamiento y el aprendizaje que tuvimos sobre cómo hacer una colecta correcta de material fértil y cómo añadir los datos precisos sobre el sitio en el que se desarrollan y las características de los árboles. De pronto comenzamos a reconocer sus diferencias y a ubicar quiénes eran los encinos riparios; Quercus meavei, Q. sapotifolia y Q. paxtalensis; y cuáles eran los otros encinos que se desarrollan en los lomeríos como Q. calophylla, Q. sartorii y Q. sapotifolia.
También en este recorrido se buscó promover una colaboración entre diferentes actores e instituciones que ayuden a encontrar formas de trabajo para abordar las problemáticas que los aquejan, así como desarrollar acciones que abonen a su conservación, no solo de encinos, sino de muchas otras especies vulnerables que, viven en el bosque o comparten el mismo territorio.
Martín Melchor joven de veinticinco años que vive en su tierra Tetlaxca, es un viverista artesano que, comenzó su pasión por los árboles con las enseñanzas de su papá Federico y su hermano Samuel ingeniero agrónomo fundadores del vivero San Fiacre, monje irlandés considerado santo patrono de los jardineros, Samuel le inculcó su pasión por crear artesanías, la inició con la idea de poder crear con material que ofrecen los bosques y aportar energía y esfuerzo al cuidado de los mismos.
Vía el biólogo Faustino Rafael Flores Fuentes que se encuentra colaborando en el manejo de viveros de árboles nativos para la conservación de las abejas sin aguijón y la restauración de bosque mesófilo de montaña, los enroló en la asociación civil INANA dirigida por personas valiosas como Raquel Zepeda. Con ellos comenzó el proceso para crear un vivero que fuese capaz de producir árboles especialmente de la zona, para la conservación de nuestros bosques y poder brindar mayor alimento a especies de abejas nativas.
Este fue el primer paso que se hizo para que toda la familia se involucrara y comenzaran no solo a producir árboles ya conocidos, al mismo tiempo se lleva a cabo la identificación de plantas, arbustos, árboles a los cuáles se les tenía identificados ya que se consideran viveristas principiantes.
El conocimiento de diferentes variedades de plantas fue gracias a su papá, don Federico, quien construyó su jardín con algunas variedades y fue creciendo con el paso del tiempo enseñando a sus hijos a cuidar y reproducir esas especies.
Quienes nacimos en la Sierra Central Veracruzana tenemos la experiencia de convivencia con árboles como el liquidámbar, el jinicuil y por supuesto los encinos, caminar por un encinal te transforma, una alfombra de hojas te recibe y miles de insectos pululan en el suelo y al abrigo de los encinales.
Las culturas europeas consideraban a los encinos con vínculos con las deidades, los escandinavos, los celtas, los griegos y los romanos.
Nosotros sólo le hemos encontrado utilidad para hacer de ellos carbón. Me imagino la urbanización en una ciudad como Coatepec donde las casas crecen como hongos, que los empresarios inmobiliarios o políticos inmobiliarios con respeto a la naturaleza crearán fraccionamientos alusivos a los árboles, por ejemplo: al liquidámbar, donde las calles fueron resguardadas por cientos de liquidámbares, evitando vivir en comales, otro fraccionamiento sería El encinal, fraccionamiento en donde por cada persona que habita una casa debe de sembrarse y cuidarse un encino. Las personas serían más relajadas y menos voraces. Aún hay individuos que tratan de recuperar esa mística buscando usar las áreas verdes abandonadas que no han sido devoradas por la corrupción para hacer islas verdes. Ojalá que algún día así sea y nos armonicemos con nuestro entorno, en el predominio de la biodiversidad del bosque de niebla.