José Ortiz / EN CORTO
Yayo Gutiérrez en una ocasión me dijo que sólo leía de manera cotidiana y puntual a cinco columnistas. Uno de ellos era precisamente Pompeyo Lobato Ortiz.
En 1989, cuando empezaba a hacer mis pininos en este noble oficio, Pompeyo ya era una leyenda del periodismo veracruzano.
Amigo de gobernadores, senadores, secretarios de despacho, pero sobre todo amigo de la gente del pueblo, de la gente de en medio y de abajo.
Ningún periodista veracruzano conoció palmo a palmo al estado de Veracruz como Pompeyo. Él recorrió la entidad veracruzana no sé cuántas veces. Pisó cada rincón, visitó comunidades tanto de la costa, como de las montañas y las llanuras. Pompeyo en Veracruz conoció a su gente, sus costumbres, sus tradiciones.
Siempre con una sonrisa a flor de piel. Siempre atento. Siempre caballeroso. Siempre feliz. Siempre contento. Él vivía la vida que muchos querían o quisiéramos vivir. Porque disfrutaba la vida. Porque vivía intensamente. Porque nos enseñaba que vivir era un arte, un arte para muchos complicado pero para él era simple y sencillo.
Amigo Pompeyo. Usted fue más grande que los grandes. Magister Magistrorum, Maestro de Maestros. Descanse en paz.