Corrían las primeras horas del nuevo gobierno.
En una reunión a puerta cerrada y sin celulares de por medio, la gobernadora detalló las directrices de lo que sería su administración.
Habló de la reingeniería que se proponía llevar a cabo, las obras insignia de su gobierno, las acciones inmediatas a desarrollar, y desde luego el trato que habría con la prensa, esa prensa a la que no puede ver ni en pintura porque -según sus palabras en esa reunión- la habían tratado mal metiéndose incluso con su familia durante la campaña.
Al abordar este tema, cuentan, su rostro se volvió adusto, totalmente desencajado, como si de todos los problemas que hay en Veracruz el mayor de ellos fueran las críticas a su persona y a su incipiente gobierno.
De pronto, a boca jarro soltó: “nadie está autorizado a dar declaraciones a la prensa, ni a tratar con ella, mucho menos a generar convenios; ni un solo peso a la prensa vendida y alquilada”, retomando las palabras de su mentor, Andrés Manuel López Obrador.
Cuentan que los funcionarios se vieron unos a otros.
Más adelante, continuó: “la única persona autorizada para dar declaraciones soy yo, nadie más”.
Dicen que esa reunión terminó con un clima gélido y de temor entre los asistentes.
De allí que, con excepción de Ricardo Ahued, secretario de Gobierno, quien ofreció una conferencia sobre el asesinato del diputado federal del PVEM hace unos días, nadie más se ha acercado a la prensa ni les ha dado entrevistas, salvo en las escasas conferencias de prensa que ha dado la gobernadora donde quien más ha participado es Guadalupe Osorno.
Fuera de ello, nada. Todos los funcionarios deben guardar silencio sepulcral so pena de perder la chamba si se atreven a hablar con la prensa.