En Corto / CRISIS VERDE: ENTRE EL MAQUIAVELISMO Y EL FUTURO ELECTORAL

José Ortiz / EN CORTO 

El Partido Verde en Veracruz enfrenta una situación peculiar que pone de manifiesto los retos internos de liderazgo y gobernanza partidista.

Édgar Herrera, quien ostenta el nombramiento formal como Presidente o delegado nacional con funciones de Presidente del partido en el estado, se encuentra en un escenario en el que su poder formal choca con las maniobras fácticas de Marcelo Ruiz Sánchez, antiguo dirigente, diputado local plurinominal y ahora representante de la tercera circunscripción.

Este conflicto es un claro ejemplo de cómo los actores del poder en las sombras suelen aferrarse a sus privilegios.

Porque, admitámoslo, ser representante de la tercera circunscripción es un membrete sin valor. Marcelo Ruiz no se conforma con haber pasado a un rol nominal; él, desde su cómoda posición de diputado con amplio poder en el Congreso y con comisiones importantes que lo deberían mantener enfocado, sigue jugando a ser el titiritero del Partido Verde.

Sin embargo, cabe destacar que este nombramiento que Marcelo exalta en reuniones privadas no tiene ninguna facultad real dentro de las decisiones del partido. Él debería enfocarse en su trabajo legislativo y dejar de engañar a los partidos de la alianza alimentando una narrativa de desorden.

Además, es bien sabido de las expresiones vulgares y de menosprecio hacia Édgar, porque como bien saben las personas con predilecciones sexuales ambiguas que abundan en un instituto político de los de la alianza, hablan sin control, mueven ese músculo que te impulsa o te entierra, la maldita lengua.

Édgar Herrera, con su estilo pragmático y su visión de futuro, busca devolverle al partido un liderazgo claro y transparente. Sin embargo, en los pasillos del poder es un secreto a voces que Marcelo Ruiz sigue moviendo los hilos y sembrando divisiones.

Mientras Edgar intenta construir, Marcelo parece empecinado en demostrar que, aunque no tenga el poder formal, su sombra sigue siendo larga. ¿El objetivo? Desgastar al líder, debilitar la confianza de las bases y asegurar que ninguna decisión se tome sin su beneplácito.

Y aquí viene el verdadero problema: la percepción de desorganización. Porque en política, como bien saben los operadores, la imagen lo es todo.

Mientras Marcelo alimenta esta narrativa de caos interno, las alianzas con Morena y otros partidos tambalean. ¿Quién querría negociar con un partido dividido? En este contexto, Édgar necesita más que un discurso firme: necesita una demostración contundente de autoridad que deje claro que en el Partido Verde ya no hay cabida para dobles agendas.

Pero lo que está en juego no es solo la imagen del partido, sino su viabilidad electoral.

La militancia, confundida y dividida, corre el riesgo de desmovilizarse justo cuando más se necesita su fuerza.

Y mientras Edgar lucha por unir las piezas, Marcelo parece disfrutar desde las sombras, calculando cada movimiento para maximizar su influencia.

Porque entre líneas, queda claro que incluso con su maquiavelismo propio de sus placeres culposos, le encantaría ver malos resultados en el Verde.

Así, él sería la única figura que asegura la operación y los triunfos electorales. ¿A poco no, Marcelo? ¿El resultado? Un Partido Verde que, de no resolver esta tensión, podría llegar a las urnas como un espectro de lo que fue. Lo que Édgar necesita es algo más que decisiones visibles; necesita un golpe de autoridad que deje claro que las reglas se respetan y que se establece una nueva manera de trabajar en el Partido. La pregunta es: ¿Está dispuesto a confrontar directamente a Marcelo Ruiz? Porque, aunque la diplomacia es importante, hay momentos en que la firmeza es la única opción.

En política, la historia favorece a los audaces. Si Edgar logra romper con esta narrativa de caos y proyectar una imagen de liderazgo claro y decisivo, no solo neutralizará la influencia de Marcelo Ruiz, sino que también posicionará al Partido Verde como un actor renovado y listo para competir. Pero si opta por esquivar el conflicto, corre el riesgo de quedar atrapado en un juego donde las sombras siempre tienen la última palabra. El desenlace de esta historia no solo definirá el futuro del Partido Verde en el estado, sino que también servirá como lección para quienes aún creen que se puede gobernar desde la sombra. Porque, en el ajedrez de la política, el verdadero maestro es aquel que sabe cómo dar jaque mate sin mirar atrás. Javier Herrera, tan enfocado en el centro del país, ¿se dará tiempo para voltear a ver a su terruño?