México: entre discursos triunfalistas y realidades incómodas

José Ortiz / EN CORTO

Mientras el oficialismo se desvive en un relato de transformación y progreso, la realidad pinta un panorama mucho menos alentador. La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha generado una reacción nerviosa en el gobierno mexicano, que se apresura a cerrar filas con llamados patrióticos. Sin embargo, lo que verdaderamente debería preocupar es el desmoronamiento institucional que ocurre puertas adentro, resultado de decisiones erráticas y una gestión que parece más interesada en el control absoluto que en resolver los problemas de fondo.

Con la eliminación de órganos autónomos como el INAI, la COFECE y el CENEVAL, el gobierno ha dejado claro que los contrapesos son estorbos en su camino. La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) ha sido reducida a una simple espectadora, mientras la Suprema Corte y el INE enfrentan el embate de la aplanadora legislativa oficialista. Y todo esto, claro, gracias a una mayoría parlamentaria obtenida a base de artimañas y estrategias dignas de un guion de serie política de bajo presupuesto.

El gran “logro” de la 4T ha sido militarizar el país bajo la promesa de garantizar seguridad. La realidad, sin embargo, muestra un escenario donde los cárteles se han convertido en gobiernos alternos que operan con total impunidad, mientras el discurso oficial sigue culpando al pasado. Zonas enteras viven bajo el control del crimen organizado, pero, eso sí, el oficialismo insiste en que vamos por buen camino.

Los proyectos insignia del sexenio, que prometían ser el legado histórico de esta administración, hoy son elefantes blancos que devoran recursos sin ofrecer resultados. El Tren Maya se ha convertido en una obra infinita, con más ajustes presupuestales que kilómetros construidos, mientras que Dos Bocas sigue tragando dinero como si fuera un barril sin fondo. Y qué decir de la aerolínea Mexicana o la “Súper Farmacia del Bienestar”, que son ejemplos de improvisación gubernamental en su máxima expresión.

En el ámbito económico, la situación es aún más preocupante. La gasolina no bajó a los 10 pesos prometidos, la deuda pública alcanza cifras récord y la inversión extranjera sigue esperando las señales de certeza jurídica que nunca llegan. Mientras tanto, las calificadoras internacionales no tienen piedad, ubicando a México en un panorama poco alentador.

Por si fuera poco, el vecino del norte ya fijó su mirada en México, y no precisamente para aplaudir. Con la entrada de productos chinos a través de nuestras fronteras, Estados Unidos ha comenzado a aplicar medidas comerciales que podrían golpear nuestra economía aún más. Y mientras esto ocurre, el gobierno colombiano ha optado por aceptar sin condiciones las exigencias de Trump para evitar sanciones económicas, dejando claro que la diplomacia de Washington vuelve a imponerse con mano firme.

Ante este escenario, la izquierda latinoamericana sigue aferrada a sus viejas glorias, presumiendo su pasado guerrillero con fotografías nostálgicas, como si la historia fuera indulgente con los errores del presente. La reciente anécdota entre la presidenta de México y Gustavo Petro es un recordatorio de que los sueños revolucionarios chocan con una realidad donde una élite de derecha, bien organizada y con una maquinaria ideológica aceitada por las redes sociales, tiene una visión clara del mundo que pretende construir, mientras en la 4T aún se buscan pretextos para justificar el desgobierno.