En Corto / “EL CISNE” VUELVE A GRAZNAR

José Ortiz / EN CORTO 

En una de las prolongadas tertulias en la casa de Carlos Brito, Javier Duarte de Ochoa confirmó lo que el ya fallecido Rafael Cruz Tronco, mejor conocido como “El negro” Cruz, ya había narrado a algunos columnistas.

Se trata del cuartito de apenas cuatro metros por cuatro, en el que el entonces senador Fidel Herrera Beltrán tenía prácticamente hacinados a unos muchachos a los que el político cuenqueño les hizo creer que eran flamantes “asesores” en el Senado de la República.

Y decimos que Fidel Herrera les hizo creer que eran “asesores” del Senado, porque en los hechos muchos de ellos ni siquiera estaban contemplados en la nómina de la Cámara Alta. ¿Cómo les “pagaba” Fidel? Muy sencillo: los tenía como “aviadores” en varias dependencias federales o en algún gobierno de equis estado de la República.

Pese a que “aterrizaban” cada quincena en nóminas ajenas al Senado, los ingresos no eran tan altos. Y pues la lana no les alcanzaba. Al ser foráneos, tenían que pagar alimentación, hospedaje, transporte, etcétera. Literal: “siempre andábamos de perras flacas”, contó Javier Duarte en la casa de Brito.

“El negro” Cruz -quien siendo chofer de un tractor le salvó la vida al niño Fidel Herrera quien se arrojó a un canal de riego en busca de las monedas que se le cayeron y que eran producto de la venta de longaniza y dulces de coco- contaba con frecuencia que cuando iba a visitar a esos muchachos, siempre los veía hambrientos. Entonces “El Negro” se los llevaba a comer no a un restaurante de lujo, pero sí a un sitio en el que sirvieran una deliciosa sopa caliente, un suculento guisado y una agüita de Jamaica u horchata. Y cuando veía que sus trajes ya estaban muy gastados, iba con ellos para comprarles uno, pero no de los caros, sino de los de Aldo Conti, de 1 mil pesos. En otra ocasión les llevaba zapatos o una corta lana para ir al cine.

Alguno de los que estaban en ese cuartito de cuatro por cuatro, eran Erick Lagos Hernández, Salvador Manzur, Jorge Carvallo Delfín y Javier Duarte de Ochoa. Luego llegaron otros, pero los anteriormente citados eran como que los de “planta”. La función que Javidú desempeñaba en un principio era recortar periódicos para elaborar síntesis informativas al Senador. Poco después, ya con sus estudios universitarios avanzados, el robusto personaje con voz aguda comenzó a elaborar tarjetas con análisis financieros.

Y el flamante “coordinador” de esos “asesores” era el tuxpeño Alberto Silva Ramos, a quien un político de viejo cuño lo bautizó como “El Cisne”, por mamón y engreído.

Cuando Fidel Herrera Beltrán asumió la gubernatura el 1 de diciembre de 2004, Alberto Silva Ramos no figuraba en el gabinete del cuenqueño. Se rumoró que varios de ese cuartito de cuatro por cuatro lo “grillaron”, entre ellos Erick Lagos y Jorge Carvallo. Sólo Javier Duarte de Ochoa le comentó a Fidel por qué no había incorporado a Beto Silva a la administración, pero en ese momento no hubo respuesta

Luego, y ya casi a la mitad del sexenio y ante la insistencia de Javier Duarte, por fin Fidel Herrera le dio chamba al “Cisne”, pero le dieron un cargo muy inferior y no acorde al perfil y a la trayectoria del tuxpeño. Nos referimos a la dirección del Instituto Veracruzano de Desarrollo Municipal, con un presupuesto muy pequeño y con una estructura que casi es nada.

Sin embargo, Javier Duarte de Ochoa, en ese entonces poderoso Subsecretario de Finanzas y Administración, financiaba las actividades políticas de Alberto Silva. Por eso es que cuando el Cisne invitaba a comer a columnistas y directores de medios, los llevaba al restaurante Villa Rica, ubicado en la avenida Rafael Murillo Vidal de Xalapa, y si el invitado de manera tímida sólo pedía un arroz a la tumbada, Beto interrumpía y decía: “No, hermano… ¡pídete una langosta!”.

Y ya siendo Javier Duarte gobernador, Beto Silva fue uno de los personajes con mayor poder.

Cuando Beto Silva era alcalde de Tuxpan, cada vez que Javier Duarte iba al norte del estado, era parada obligada visitar a su íntimo amigo. Se daban tremendas encerronas en el hotel Isla Tajín. En la suite presidencial, a veces Javier la daba sabrosos masajitos en el hombro a El Cisne. Dicho sea de paso, luego el propietario de ese hotel fue “levantado” y jamás se supo de él.

Pero ya caído en desgracia, Beto Silva desde hace rato ya no visita en la cárcel a su ex benefactor.

Beto Silva fue un alcalde de mucho poder no sólo por su cercanía con el entonces gobernador, sino porque gozaba de una gran amistad con Pancho Colorado, considerado por expertos como “jefe de la plaza” de un cártel del narcotráfico. Incluso, Francisco Silva Ramos, un hermano de El Cisne, era el administrador, prestanombres y gente de todas las confianzas de Pancho Colorado, quien luego fue detenido en Estados Unidos. Pancho murió años después en una cárcel de la Unión Americana.

Beto Silva se postuló como candidato a alcalde por el PVEM en la pasada contienda municipal, pero fue arrasado en las urnas por José Manuel Pozos Castro, alcalde con licencia y actual subsecretario de Gobierno.

Y ahora, en este 2025, Silva Ramos buscará por segunda ocasión la candidatura por la alianza PVEM-Morena, pero de buena fuente sabemos que o lo bajan del caballo y el abanderado de esa coalición será otro personaje, o si se empecina, se corre el riesgo de que Beto vaya solo postulado por el partido del Tucán, pero sin muchas posibilidades de triunfo. Además, el poderoso subsecretario de Gobierno, José Manuel Pozos Castro, no estará dispuesto a ceder el poder en ese municipio.

En resumen, “El Cisne” vuelve a graznar. Ya se verá si emprende otra vez el vuelo o si todo queda -como ha ocurrido en recientes procesos electorales- en un inútil aleteo.