José Ortiz / EN CORTO
Para quienes aún creen que la ruptura del PT con MORENA y el PVEM fue un movimiento local operado por Ramón Díaz o Vicente Aguilar, es momento de aterrizar la verdad.
La decisión no se tomó en Veracruz. Fue una jugada nacional, dictada desde la cúpula del PT, donde Alberto Anaya arrastra una vieja irritación con Rocío Nahle desde los tiempos de la campaña presidencial de López Obrador.
Lo que sí es un hecho es que esta ruptura dejó ganadores y perdedores. Y en el bando de los que se quedaron en la lona está Ramón Díaz, alias el Profe, quien tuvo que deshacer acuerdos y negociaciones que ya tenía amarradas con MORENA y el PVEM.
El golpe lo dejó sin margen de maniobra. Ahora, en un intento de no quedar fuera del juego, se ha empezado a vender como “aliado” de la Gobernadora, esperando que le abran un espacio en el oficialismo.
Pero no es el único que juega esa carta. Ahí está también Marcelo Ruiz, el operador del Verde que ahora se mueve en su propio laberinto de justificaciones. Sí, tiene estructura y sí, tiene partido, pero su historial lo persigue.
La millonaria multa del INE por el escándalo de los cursos fantasma no es un tema menor. Ruiz no es un político acabado, pero sí un activo negativo dentro del Verde. Y ahora, al igual que el Profe, anda buscando cobijo en el oficialismo para seguir operando.
Pero hay una diferencia clave: Marcelo Ruiz tiene un objetivo muy claro. Y no, no es solo su supervivencia política. Quiere desbancar al cachorro Herrera. Así como Ramón Díaz busca mover a Vicente Aguilar, Marcelo quiere operar su propio golpe de Estado dentro del Verde, desplazando a quienes hoy tienen las riendas del partido.
La política es de sobrevivientes, y el PT, aunque crezca su votación, no es el gran ganador que algunos quieren vender. Crecerá, sí, pero porque se convertirá en el refugio de quienes no encontraron espacio en otros partidos, no porque tenga una estrategia sólida.
Mientras tanto, el Verde sigue moviendo sus fichas con autonomía, pero también con sus propias fracturas internas. Y en ese reacomodo, solo hay algo seguro: los traidores están en todas partes.