José Ortiz / En Corto
Si hay algo que la 4T ha perfeccionado es el arte del simulacro democrático. Lo vimos con la reforma al INE, con la militarización disfrazada de pacificación y ahora con la “transformación” del Infonavit, que de diálogo real no tuvo nada. Empresarios y sindicatos acudieron, expusieron, debatieron, pero al final, la decisión estaba tomada desde el principio: se aprobaría sin moverle ni una coma.
El nuevo Infonavit ya no es tripartito, ya no es de los trabajadores ni de los empresarios que aportan al fondo. Ahora es un botín bajo el control del Ejecutivo, con un Director General omnipotente, con derecho de veto y elegido directamente por la Presidencia de la República. Y por si fuera poco, podrá crear una empresa filial constructora de vivienda que no será paraestatal, es decir, sin controles ni regulaciones. ¿El pretexto? Construir un millón de casas. ¿La realidad? Un manejo discrecional de 780,446 millones de pesos.
“El dinero del Infonavit no es público, pertenece a los trabajadores”, sentenció Juan José Sierra Álvarez, presidente de Coparmex, pero al gobierno no le importó. La reforma desapareció las direcciones sectoriales, redujo la participación de trabajadores y empresarios en el Consejo de Administración, y le otorgó plenos poderes al nuevo zar de la vivienda. El objetivo es claro: control absoluto del dinero.
Los sindicatos también alzaron la voz, pero su grito se ahogó en el eco del Senado. Los legisladores oficialistas ya tenían la orden y la aplicaron sin dudarlo. Lo de la “consulta” fue puro espectáculo. Empresarios y sindicatos presentaron seis propuestas irreductibles para proteger los recursos de los trabajadores y asegurar su transparencia. ¿Cuántas fueron tomadas en cuenta? Cero.
El mensaje es contundente: esto no es un gobierno de diálogo, sino de imposición. Y aunque la reforma ya es un hecho, los sectores productivos no van a quedarse de brazos cruzados. Empresarios, sindicatos y analistas ya estudian acciones legales. El enojo comienza a escalar.
La gran pregunta es: ¿Estamos ante un Infonavit más eficiente o ante una nueva caja chica del gobierno? Si la historia reciente nos dice algo, es que los programas de vivienda en este país han servido más para el saqueo que para el beneficio social. Y con una empresa “autónoma” construyendo casas sin supervisión, el escenario no pinta nada bien.
Los trabajadores han sido traicionados, los empresarios ignorados y el gobierno se ha quedado con la llave de un cofre multimillonario. Así se escribe otra página en la historia de un régimen que grita “democracia” pero practica el autoritarismo más burdo.
El Infonavit ya no es de los trabajadores. Es de la 4T. Y con esta reforma hecha a modo, el gobierno ahora tiene en sus manos uno de los fondos más grandes del país. ¿Se usará para su verdadero propósito? O, como todo lo que ha tocado este gobierno, ¿terminará convertido en otro escándalo de corrupción?
La respuesta, desgraciadamente, ya la sabemos.