José Ortiz/ EN CORTO
La historia se repite una y otra vez. Cuando las crisis reales amenazan con devorar al país, la maquinaria política saca su baraja de distracciones. Hoy, México está al borde de una invasión silenciosa. Estados Unidos ha cruzado líneas que antes parecían infranqueables: designa cárteles como organizaciones terroristas, espía con drones en territorio nacional y presiona con aranceles que asfixiarán la economía. Pero no, el tema del día es que Miguel Ángel Yunes Márquez se afilió a Morena.
Mientras la DEA redobla su presencia en México y Trump desempolva su retórica de mano dura, aquí nos preocupamos por una credencial de militante. ¿De verdad alguien cree que ese es el gran problema del país? Rocío Nahle sale a decir que no lo quiere en Morena, que hay que revisar su afiliación. ¿Dónde estaba ese celo cuando los gringos decidieron sobrevolar México con drones? ¿O cuando la DEA opera a sus anchas con la complacencia de nuestras autoridades?
La muerte de Paquita la del Barrio, el drama de los Yunes, las grillas internas… Todo es perfecto para llenar los titulares y evitar que la gente se enfoque en lo que importa. México no solo enfrenta una crisis de seguridad y gobernabilidad, sino que está siendo avasallado por una potencia extranjera sin disparar una sola bala.
El discurso nacionalista de la 4T se tambalea cuando es hora de plantarse ante los embates de Washington. Claudia Sheinbaum puede exigir respeto a México, pero sus palabras suenan huecas cuando la Casa Blanca sigue avanzando con su estrategia de intervención. Si el gobierno de López Obrador le dejó la puerta abierta a los cárteles con el “abrazos, no balazos”, el de Sheinbaum parece dispuesto a abrirle la ventana a las agencias de seguridad de EE.UU.
Pero claro, mejor sigamos hablando de Yunes y su credencial. México se cae a pedazos, pero la distracción está garantizada.