Nadie le puede negar a Polo Deschamps dos cosas: su oportunismo y su incongruencia política. Su carrera en este azaroso mundo la comenzó como militante del PAN, partido que lo llevó a la presidencia municipal de Medellín de Bravo donde no hizo gran cosa.
Oportunista y vividor del erario, Polo saltó en 2024 a Movimiento Ciudadano y convenció a la dirigencia de que era capaz de ganar la gubernatura y lo hicieron candidato a gobernador. Pero perdió y de manera vergonzosa. Quedó en último lugar.
Después desapareció por varios meses del escenario político, solo para reaparecer vestido de “moreno” y como aspirante a la alcaldía de Alvarado, lo que provocó que lo tundieran en las redes donde lo calificaron de oportunista y de desconocer los problemas de ese puerto.
Por tan sólo citar un ejemplo, un cibernauta le recriminó: “¿Cómo te atreves a querer gobernar Alvarado un municipio donde ni siquiera naciste, después de haber hecho un desastre como alcalde de Medellín de Bravo? ¿Acaso no te da vergüenza?”.
Y no, evidentemente no le da vergüenza a Polo que ha pedido a los alvaradeños que confíen en él. Pero, ¿cómo confiar en un sujeto que ha saltado de partido en partido sólo para satisfacer sus ambiciones personales? ¿Dónde está su congruencia política si primero perteneció a un partido de derecha, luego a uno del centro y ahora a uno de izquierda?
Es difícil que obtenga la candidatura de Morena a la alcaldía, pero en el hipotético caso de que así sucediera, los alvaradeños se encargarán en las urnas de ponerlo en su lugar. Al tiempo.