Las extrañas alianzas de Víctor Peña y “El Fofo”

José Ortiz / EN CORTO  

Víctor Peña, el aspirante a la alcaldía de Emiliano Zapata por Morena y quien en cada recorrido, en cada gira, en cada visita domiciliaria, alardea que es pariente de Pepe Peña, esposo de la gobernadora Rocío Nahle.

Víctor Peña, quien ya se siente no sólo candidato, sino alcalde, ya mira a muchos y a muchas por encima del hombro. El sujeto ya siente que transpira poder por los poros. Víctor ya se siente sentado en la silla municipal. Siente que el halo del poder lo envuelve, lo circunda y lo acompaña a donde quiera que transite. Ya levita. Ya flota. Ya se siente bendecido por los dioses.

Pocos pueden sentarse a dialogar con Víctor Peña. Todo lo resuelve con intermediarios, con esbirros.

Si algo le incomoda, ordena que apacigüen las aguas. Pero él jamás dará la cara. Porque ya se cree Su Alteza Serenísima de Emiliano Zapata.

Pero Víctor Peña ya no se acuerda o no se quiere acordar de cuando era un modesto empleado de Adolfo Ramírez Arana, en Paso de Ovejas.

Prefiere Víctor padecer amnesia de esos aciagos años en que para llevar pan a su casa, tenía que repetir mil veces al día el “Sí, Señor”.

Y Adolfo Ramírez le preguntaba:

-¿Qué hora es Víctor?

-Es la hora que usted ordene Señor…

Poco después, aseguran que Víctor pasó de empleado a socio de Adolfo. Cuentan que la sociedad aún perdura, porque a veces, amparados por las penumbras y en lugares recónditos, con relativa frecuencia, dicen que los han visto reunirse para repartirse -según nuestras fuentes- las regalías de oscuros negocios o para hacer siniestros pactos políticos.

Quién lo dijera: si finalmente imponen a Víctor como candidato y gana, una diputada federal va a tener asfaltado el camino hasta su rancho en Cerro Gordo, la propiedad que le compró hace tres años a Beceiro, tío de Carvallo y papá de los que vendían ampolletas de agua que suministraban a niños con cáncer. Dicen que la legisladora tiene tanto dinero, que adquirió ese inmueble “en una operación rápida”. Obvio que la representante “popular” puso el rancho a nombre de un testaferro, pues nadie la acusa de tonta sino de rata. Una pista: ella no es de Morena sino de un viejo partido que agoniza.