José Ortiz / EN CORTO
Los desfalcos de los partidos políticos en México no son novedad, pero lo que ha salido a la luz con Eduardo “Tato” Vega Yunes en Veracruz supera cualquier descaro. Un personaje que se vendió como operador político, líder visionario y hasta como parte de la “nueva clase política”, pero que en realidad no fue más que un administrador de la ruina de Fuerza por México, dejando en su estela una montaña de irregularidades y millones de pesos sin comprobar.
El Instituto Nacional Electoral acaba de poner sobre la mesa un hecho irrefutable: Vega Yunes no pudo justificar $4,765,000.00 del partido que dirigió en 2024. Un desfalco con todas sus letras, disfrazado de omisión, mala administración o simple incompetencia. Pero el cinismo no se detiene ahí: después de hundir a Fuerza por México y dejar a los candidatos sin respaldo, encontró cobijo en la Secretaría de Desarrollo Económico y Portuario de Veracruz, donde ahora juega a ser un facilitador de inversiones… bajo el mismo esquema de opacidad que caracterizó su paso por la política partidista.
Fuerza por México nunca tuvo una base real en Veracruz. Sobrevivió en 2021 con respiración artificial, logrando el registro estatal en diez entidades, pero ya en 2024 quedó claro que era un cascarón sin estructura, sin militancia y sin rumbo. Vega Yunes, lejos de consolidarlo, prefirió usarlo como trampolín para proyectarse dentro del gobierno morenista. El resultado fue desastroso: una alianza con Morena, el Verde y el PT que no sirvió de nada y una caída estrepitosa en las urnas que sentenció su desaparición definitiva. Mientras los verdaderos operadores de campaña hacían el trabajo en el territorio, Tato Vega jugaba a ser “el político indispensable”, prometiendo espacios, negociando bajo la mesa y dejando a los candidatos de Fuerza por México en el abandono. Cuando el barco se hundió, corrió a refugiarse en la SEDECOP, donde hoy intenta venderse como el hombre clave para atraer inversiones a Veracruz.
La investigación del INE sobre el desfalco de Fuerza por México es lapidaria. No se presentaron estados financieros clave del ejercicio 2023. Desaparecieron más de 4.7 millones de pesos sin justificar. Hubo pagos irregulares en nómina y sin documentación de respaldo. No se acreditó la identidad del auditor externo y se omitieron contratos y reportes de actividades en asesorías. Pero el problema no se queda en el pasado. Hoy, empresarios han denunciado que Vega Yunes sigue operando con las mismas prácticas en la SEDECOP, presuntamente exigiendo “moches” para facilitar inversiones en el estado. Es decir, el personaje que al parecer se robó los recursos de un partido fantasma ahora es el encargado de promover el desarrollo económico en Veracruz. Una ironía que raya en la burla.
Pero si hablamos de cinismo, no podemos dejar de mencionar a los partidos “aliados” y sus actores “honestos”. Marcelo Ruíz, diputado local y eterno vividor del Partido Verde, es el mejor ejemplo. En su paso por el PVEM ha sido testigo y cómplice de desfalcos millonarios. La sanción del INE por los “cursos fantasma” impartidos por empresas fachada y que derivó en una multa de más de 60 millones de pesos es solo la punta del iceberg. Empresas inexistentes, recursos que fueron a parar a cuentas privadas y un entramado de corrupción que, por arte de magia, no ha llevado a nadie a la cárcel.
El Partido Verde, ese que debería ser el bastión de la defensa del medio ambiente, hoy no tiene más agenda que la supervivencia de sus dirigentes. Y Marcelo Ruíz sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: prometer, tejer acuerdos ficticios y servirse del poder para mantenerse vigente. La pregunta es clara: si Eduardo Vega Yunes no pudo rendir cuentas en un partido político de papel, si Marcelo Ruíz sigue en su juego de promesas huecas y desvíos disfrazados de estrategias, ¿qué garantías hay de que sumen al proyecto de la gobernadora en la próxima elección?
Rocío Nahle no puede darse el lujo de cargar con lastres como estos. La sombra de la corrupción en Fuerza por México no se disipará tan fácilmente, y si Vega Yunes sigue en su cargo sin enfrentar consecuencias, el mensaje será claro: en Veracruz, la impunidad sigue siendo la regla. Y mientras Marcelo Ruíz sigue evadiendo responsabilidades y prometiendo lealtades al mejor postor, el Partido Verde seguirá siendo lo que siempre ha sido: un negocio rentable para sus dirigentes y una farsa para el electorado.
El caso está en investigación, pero una cosa es segura: la SEDECOP no puede convertirse en el refugio de políticos caídos en desgracia, ni el Partido Verde en la franquicia de la simulación legislativa. Si Rocío Nahle no toma cartas en el asunto, será su administración la que cargue con el peso de este escándalo. Porque ya lo sabemos: quien se rodea de saqueadores, termina siendo cómplice de sus crímenes.