José Ortiz / EN CORTO
Desde que Andrés Manuel López Obrador tomó el poder, su principal objetivo fue romper con lo que llamaba el modelo «neoliberal» de desarrollo. En su afán por distanciarse de sus predecesores, eliminó organismos, programas y métodos de evaluación que servían para medir el impacto de las políticas públicas. En lugar de un plan nacional de desarrollo con rigor técnico, su gobierno presentó un documento de 64 páginas lleno de frases motivacionales, pero sin una estructura clara ni indicadores de cumplimiento. Lo llamaron la «Cuarta Transformación», pero en la práctica fue una revolución sin diagnóstico ni guía.
Ahora, con Claudia Sheinbaum en la presidencia, se presenta el Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030, una versión reciclada del ideario lópezobradorista con algunos ajustes para simular que la planificación vuelve a la administración pública. A diferencia de los PND anteriores, como el de Enrique Peña Nieto, que contenía cinco metas nacionales claras con indicadores de medición, este nuevo documento promete consolidar el «humanismo mexicano» sin especificar cómo se evaluará su desempeño.
En Veracruz, donde Rocío Nahle intentará seguir la línea del obradorismo con su propio sello, las implicaciones de este PND son claras: continuará el enfoque de megainfraestructura con el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec como la gran apuesta. Pero, ¿realmente está este proyecto generando el desarrollo prometido? Hasta ahora, ha habido promesas de inversión, rehabilitación de vías férreas y zonas industriales, pero sin un esquema concreto de beneficios para la población local. ¿Cuántos empleos se han generado? ¿Cuántas empresas han invertido en los polos de desarrollo? Nadie sabe porque no hay metas cuantificables. Todo se deja a la narrativa triunfalista del «primer gobierno que piensa en los pobres».
En seguridad, la situación es igual de preocupante. El gobierno federal insistió en una estrategia de «abrazos, no balazos» sin fortalecer instituciones de seguridad estatales ni municipales. La Guardia Nacional se desplegó en Veracruz, pero los homicidios, secuestros y desapariciones continúan a la orden del día. Ahora, el PND 2025-2030 promete una «gobernanza con justicia y participación ciudadana», lo cual suena bien en el papel, pero sin mecanismos concretos para reducir la impunidad, será solo un refrito del mismo discurso de «vamos bien».
La gran pregunta es: ¿se aprenderán las lecciones del fracaso del PND 2019-2024? Hasta ahora, todo apunta a que no. No hay indicadores precisos de crecimiento económico, ni metas claras en reducción de pobreza o mejora en seguridad. Se promete continuidad con los programas sociales, pero sin un análisis serio de si están funcionando o sólo están generando dependencia sin movilidad social.
Si algo demostró la gestión de AMLO fue que sin método, sin medición y sin evaluación, la administración pública se convierte en un ejercicio de propaganda. Ahora Sheinbaum y Nahle tienen la oportunidad de cambiar el rumbo, de recuperar la planeación como herramienta de gobierno y de demostrar que el «humanismo mexicano» puede traducirse en políticas públicas medibles y efectivas. De lo contrario, este PND será otro documento olvidado, utilizado sólo para justificar que todo va bien, mientras el país y Veracruz siguen sumidos en incertidumbre, violencia y promesas incumplidas.