REFORMA
Ya no más silencio. Tras la condena pública que generó el hallazgo del centro de adiestramiento de la delincuencia organizada en el Rancho Izaguirre, en el Municipio de Teuchitlán, más jóvenes se atreven a narrar lo que vivieron en ese predio.
Aseguró que los reclutadores ofrecen a los jóvenes estas “ofertas de empleo” por medio de un conocido o una red social, como TikTok o Facebook.
Lo primero que a “José” le solicitaron fue una fotografía de alguna identificación para comprobar que ya era mayor de edad.
Tras ser aceptado, tuvo un encuentro con la persona que lo invitó.
La cita de “José” fue en las inmediaciones de la Nueva Central de Autobuses, en donde un sujeto a bordo de un taxi de plataforma lo recogió.
Antes de subir al auto, el hombre le dijo que podía enviar un mensaje para avisar a sus familiares que se ausentaría y luego le quitó el teléfono.
Ese vehículo lo transportó hasta otro punto no especificado, en donde lo recogió otro auto que lo llevó a una especie de consultorio, donde le realizaron un examen médico; ahí le pidieron desnudarse, hacer sentadillas y algunos ejercicios físicos, y lo revisaron para asegurarse de que no llevara drogas o armas.
Luego, otra unidad lo transportó hasta el rancho, al que llamaban “La Escuelita”.
“Ahí, llegando, te hacen tu entrevista, ¿dónde vives?, todo, todo, te preguntan todo. Te dicen que si sabes a lo que vienes, quién te reclutó. Luego te preguntan que si ya comiste, yo no había comido y me dieron atún y me dejaron descansar”, contó.
Antes de dormir le pidieron entregar sus pertenencias, que amontonaron con los zapatos y ropa que ya tenían ahí.
“José” explicó que esa ropa era de uso común, ya que había personas que llegaban sin nada, pues vivían en la calle o estaban huyendo de la Policía. Asegura que las prendas procesadas por la Fiscalía no son ni la mitad de lo que se reunió cuando él estuvo ahí.
Al segundo día comienza el entrenamiento. “José” explicó que su “comandante” trató de forjar una relación cercana con ellos e incluso los llamaba “hijos”.
Al iniciar el día, los levantaban muy temprano, hacían aproximadamente cuatro horas de ejercicio y luego desayunaban. Él calcula que estaba junto a 210 jóvenes que llegaron de la misma forma.
“Luego entrenábamos: posiciones, armar y desarmar armas, filas, ascenso y descenso de vehículos ya armados”, recordó.
Esa rutina dura un mes, en el que los jóvenes se van familiarizando con las armas, su uso, y cómo moverse con ellas.
En ese tiempo, “José” recibió 3 mil pesos a la semana como pago y tenía derecho a comprar en una pequeña tienda.
Al terminar esa capacitación, pasó una semana simulando batallas con pistolas de gotcha. Los jóvenes están desnudos y sólo les permitían cubrirse el rostro.
Según “José”, en esta etapa comienza la selección para las distintas plazas: eligen a los que mejor tiran y tienen menos marcas de pintura en el cuerpo.
El destino de cada recluta se decide finalmente con una competencia de tiro con armas de fuego reales: les permitieron hacer cinco tiros de arma larga y cinco tiros con pistola.
Los mejores se van a los grupos de élite y los menos aptos son llevados a Zacatecas, donde presuntamente servirían de carne de cañón.
“José” asegura que ninguno de los jóvenes que llegó con él fue asesinado durante el entrenamiento, sólo recuerda a un muchacho que murió de un infarto debido a que era adicto a las drogas; él mismo vio cómo su cadáver fue cremado.
Confirmó que se realizaban cremaciones clandestinas, pero rechazó que las víctimas fueran reclutas.