Marcelo Ruíz, los “Underwood” de Coatepec y el patriarca Pérez Astorga

Por José Ortiz Medina

Coatepec, la joya cafetalera de Veracruz, huele más a cañería política que a cafeto maduro. La sucesión municipal ha destapado la peor versión de quienes deberían velar por su gente, y hoy el municipio es rehén de rencores, ambiciones familiares y politiquería de quinta. No se trata de un relevo institucional: se trata de una disputa por los cotos, las cuotas y el poder como franquicia familiar.

Ernesto Pérez Astorga, secretario de SEDECOP, ha dejado claro —en pasillos, reuniones privadas y movimientos públicos— que lo suyo no es solo servir, sino perpetuar. Y como en las monarquías de antes, ya impulsa a su hija Givette Pérez Orea para la sindicatura.

Del otro lado del tablero está Marcelo Ruiz, alias el diputado Jorongo, el mismo que de “verde” solo conserva la codicia por los billetes. Un legislador que en vez de representar a su distrito, anda como cazador furtivo, tratando de controlar Coatepec sin entenderlo, sin caminarlo, sin oler su historia. Quiere las sindicaturas, las regidurías y hasta las llaves del zócalo, porque donde hay un cargo, Marcelo ya tiene lista la factura. Nada lo detiene, y nadie en el Verde lo frena. ¿El problema? Su ambición es desmedida, y su nombre ya está manchado por todos lados.

Hoy por hoy, Marcelo Ruiz quiere imponer como síndica a Arely Bonilla y como regidora a Laura Castro, dos nombres que no nacen de la voluntad popular, sino de sus caprichos. Como si Coatepec fuera su botín personal y no un municipio que exige seriedad, talento y compromiso. Este tipo de imposiciones son el sello de la casa del diputado Jorongo: control por cuotas, no por méritos.

Y como si el sainete necesitara más personajes, entran a escena Linda Rubí y su esposo Ulises Colorado Vega, los verdaderos “Underwood” de esta tragicomedia coatepecana. Desde su trinchera en el gobierno municipal, la pareja juega a la intriga, al desgaste y al sabotaje. ¿Su blanco? Jorge Ignacio Luna Hernández, el candidato electo por Morena-Verde, a quien humillan, atacan y bloquean a diestra y siniestra. Para ellos, el palacio municipal es una empresa familiar en la que nadie entra si no carga el mismo apellido o si no se arrodilla ante su “egoteca”.

Y la gota que colmó la taza de espresso: una reciente reunión con empresarios de la región. Ulises, fiel a su estilo prepotente, se dedicó a descalificar groseramente al candidato electo, mientras lucía su ego como si fuese un trofeo. Los asistentes, incómodos, no sabían si reír, salir corriendo o documentar el momento. El mensaje fue claro: para Ulises, Coatepec le pertenece, y todo aquel que se le cruce, será aplastado con discursos de cantina y desplantes de macho alfa trasnochado.

Todo esto ocurre mientras los verdaderos problemas del municipio —el agua, el medio ambiente, la movilidad, el crecimiento desordenado— son ignorados. Ni Marcelo, ni los Pérez Astorga, ni la pareja de House of Cards hablan de eso. Solo hablan de cargos, posiciones, cuotas. Del pueblo, ni una palabra.

Así está Coatepec. El municipio mágico, atrapado entre el nepotismo, el oportunismo y los juegos de poder más bajos que el sótano del Palacio Municipal. Un pueblo con aroma a café convertido en un territorio de podredumbre política.

La gran pregunta no es si ganará uno u otro, sino cuánto más va a soportar la gente este espectáculo vergonzoso. Porque los coatepecanos no merecen que les traten como botín. Merecen políticos con altura, no con factura.

Y si algo queda claro en este tablero, es que el futuro de Coatepec no puede decidirse entre un Jorongo, una dinastía empresarial y una pareja que juega a gobernar como en una serie de Netflix.