Eulalio Medina
La 4T empezó prometiendo limpieza, pero hoy los rastros del lodo ya cruzaron la frontera.
El escándalo no ocurrió en México. No lo denunció la oposición. No lo filtró ningún exfuncionario dolido. Vino desde el norte, desde esos Estados Unidos que todo lo ven, todo lo guardan, y —cuando quieren— todo lo exhiben. Marina del Pilar Ávila, gobernadora de Baja California, y su esposo Carlos Torres fueron boletinados por el sistema bancario estadounidense. Cuentas cerradas. Visas canceladas. Causas: sospechas de lavado y recursos de procedencia dudosa.
Allá no se necesita fuero. Allá no se puede esconder el dinero en propiedades con prestanombres.
Allá, a diferencia de aquí, no les tiembla el pulso.
Y si a alguien le queda duda, que revise cuántos políticos mexicanos —de todos los colores— han terminado congelados por el mismo sistema que alguna vez quisieron ignorar.
La 4T debería tomar nota. Porque esto no es un ataque cualquiera. Es un mensaje quirúrgico desde Washington a Palacio Nacional:
“Los estamos viendo. No olvidamos. No perdonamos.”
Y mientras eso pasa, Claudia Sheinbaum guarda silencio. Apenas una frase de trámite: “esperemos más información”. Qué conveniente. Qué prudente. Qué hipócrita.
Pero lo que más irrita no es el delito, sino la simulación. Porque mientras la 4T sigue vendiendo discursos de humildad y austeridad, sus figuras más visibles se pasean por el mundo como nuevos ricos. Aviones, relojes, empresas, ranchos, cargos. Austeridad, sí, pero sólo en el discurso. En la práctica, la élite morenista se comporta como lo peor del priismo clásico… pero sin la elegancia.
Y ahora, para rematar, México enfrenta una amenaza sanitaria y económica seria: el gusano barrenador del ganado. Una plaga que no es menor, y que podría convertirse en la excusa perfecta para otro ajuste de cuentas silencioso, o en un símbolo del estado putrefacto que va carcomiendo todo lo que toca la 4T. Hasta el ganado se revuelca.
Mientras tanto, el presidente López Obrador se pasea en Cuba —en pleno escándalo— y su esposa tramita la nacionalidad española. El mismo país que tanto criticaron, que usaron como chivo expiatorio del conservadurismo europeo, ahora se convierte en su plan B. Por si acaso. Por si algo sale mal. Por si el mesías tropical decide que el retiro debe ser con vista al Mediterráneo y no al Golfo de México.
¿Y qué dice el resto de la élite obradorista? Nada. Silencio de Estado.
Porque todos —todos— han aprendido que la mejor forma de sobrevivir en este sistema es cerrar la boca y sonreír para la foto.
Pero ya se prendió la mecha. Ya cayó la primera cabeza internacional.
Y más de uno debería ir poniendo sus barbas a remojar… y sus cuentas a revisar.
Marina del Pilar no es un caso aislado. Es un síntoma. Es una advertencia. Es la grieta en el muro del obradorismo perfecto.
Y cuando la historia termine de escribirse, se sabrá que no fue el PRI ni el PAN quien acabó con la 4T… fue su propio reflejo en el espejo.