José Ortiz / EN CORTO
Los presidentes pueden perder la agenda. Pueden perder popularidad. Algunos hasta pierden el control del Congreso. Pero hay un momento, más grave que todos, en el que pierden el timón. Ese instante en que los problemas rebasan la capacidad de respuesta, la calle deja de escuchar y el poder —aun con mayoría— se vuelve decorativo. A Claudia Sheinbaum ya se le fue el timón.
No es una suposición. Es la suma de hechos, crisis, omisiones y errores acumulados en apenas semanas. Un país que huele a vacío de poder. A descoordinación, a simulación, a improvisación. A presidentes que dan declaraciones, pero no gobiernan. Mientras en Washington se aprueba una iniciativa para gravar con 3.5% las remesas —una medida que golpearía el ingreso de millones de familias mexicanas— la presidenta mexicana apenas alcanza a decir que seguirá “trabajando para que no haya impuestos”. ¿Eso es todo? ¿Así se defiende a más de 60 mil millones de dólares anuales enviados por nuestros migrantes?
Lo más grave no fue lo que dijo, sino lo que no hizo. Ninguna delegación formal. Ninguna visita urgente al Senado estadounidense. Ninguna presión diplomática. Los legisladores mexicanos que viajaron a EE. UU. fueron de turismo político. Fotos, selfies, discursos huecos. Pero ningún resultado. Ningún peso real. El país sin representación. El gobierno sin defensa.
Y mientras tanto, la casa se le quema. Una huelga magisterial paraliza zonas clave del país. La CNTE le cerró la puerta de Palacio Nacional y, por momentos, la credibilidad también. Asesinatos en la Ciudad de México golpean la narrativa de “seguridad restaurada”. El crimen organizado deja mensajes y cadáveres donde antes se vendía esperanza. ¿Y qué responde el gobierno? Una reforma judicial que pretende eliminar la autonomía de la FGR, una ley de telecomunicaciones que permitiría censurar plataformas digitales, y una reforma electoral silenciosa, mientras el INE sigue de rodillas. ¿Democracia participativa o regresión autoritaria?
Y como si no bastara: restricciones de visa para políticos mexicanos desde Estados Unidos por presuntos vínculos con el narcotráfico. Una alerta diplomática convertida en escándalo internacional… y la presidenta en silencio.
El país se siente solo. El gabinete flota. La narrativa no conecta. El timón gira, pero ya nadie está en la cabina. Decían que Claudia era técnica, rigurosa, sensata. Hoy se ve aislada, reactiva, políticamente ausente. México no necesita una jefa de prensa. Necesita una jefa de Estado. Y cuando la ciudadanía percibe que el barco se tambalea y nadie responde, la esperanza se ahoga y el miedo toma el control.
¿Quién manda en México? Hoy, esa pregunta no tiene una respuesta clara.