EN CORTO / ¿Y con un 13% de votos vamos a salvar la justicia?

José Ortiz / EN CORTO 

Una democracia que apenas caminaba, ahora gatea. Y no por inmadurez, sino por amputación. El Instituto Nacional Electoral ha lanzado una estimación que debería alarmar al país entero: entre el 13% y el 20% de los mexicanos participarán en la elección del 1 de junio para elegir a quienes administrarán justicia en México. ¿Qué es esto? ¿Una broma cívica? ¿Una encuesta mal entendida? No. Es la confirmación de que el proyecto político que se autoproclama democrático ha arrastrado al país a una simulación que ni siquiera alcanza el umbral de la dignidad electoral.

Treinta millones de votos hicieron presidente a un hombre que prometía democratizar todo, desde el sistema de justicia hasta la moral pública. Hoy, el mismo régimen celebra que la gente elija jueces, pero sin saber quiénes son, sin conocer su trayectoria y sin entender el proceso. Y la cereza sobre este pastel de papel es que menos del 20% del padrón acudirá a esa cita. Ni siquiera en los mejores escenarios. ¿Y a eso le llaman participación democrática?

En el mundo, el promedio de participación en elecciones nacionales ronda el 66%. En América Latina, incluso en momentos de crisis, los porcentajes se mantienen entre el 55 y el 60%. Pero aquí no. Aquí vamos en reversa. Nuestra democracia no retrocedió a la niñez. Regresó al útero. Y no precisamente en busca de protección, sino de oscuridad.

¿A qué vamos el 1 de junio? A legitimar a más de 800 perfiles judiciales, muchos sin experiencia, sin carrera judicial, sin conocimiento real del sistema legal. Como ya lo dijimos: el 44% de los aspirantes nunca ha dictado una sentencia. Pero eso no importa. Aparecerán en la boleta. ¿Quién los eligió? Nadie. ¿Quién los impulsó? Las cúpulas. ¿Y quiénes votarán? Un puñado de personas que marcarán nombres al azar. Un sorteo nacional disfrazado de elección histórica.

Mientras tanto, la presidenta repite cada mañana los tonos, gestos y frases de su antecesor como si México necesitara una mala imitación del original. No se atrevió a marcar un nuevo rumbo. No lidera: imita. Como si el país no esperara una voz propia, firme y responsable. ¿Una mujer estadista?. Pareciera más bien una vocalista de karaoke político.

Y por miedo, por complacencia, o por simple incapacidad, ha dejado que un capricho se convierta en ley, y una ley en desastre. ¿Y todo para qué? Para que la justicia sea elegida por el 13% del padrón. Porque eso dice el INE. Y todos lo aceptan. Como si no fuera una bofetada a la memoria democrática del país.

En lugar de tener una líder guiando la transformación con firmeza, tenemos una sombra detrás del telón. Una presidenta que no rompe con nada, que permite que la justicia la dicten los votos vacíos, y que prefiere una réplica de poder a un nuevo modelo de nación. Así estamos. Con un 13% que decidirá por 130 millones.

¿Ironía? No. Es México en 2025.