La Mafia Veracruzana, el grupo criminal al que la maestra Irma hizo alusión en el video antes de ser asesinada, es una organización criminal nacida como escisión del Cártel del Golfo, y ha operado también bajo el nombre de Fuerzas Especiales Grupo Sombra (FEGS). Su zona de influencia abarca los municipios del norte de Veracruz como Pánuco, Tuxpan, Tantoyuca, Tihuatlán y Álamo Temapache.
El grupo, que tomó fuerza a partir del 2020, se caracteriza por su capacidad de adaptación y por el uso de estrategias de control social. Durante la pandemia de COVID-19, por ejemplo, impusieron toques de queda y repartieron despensas firmadas por “El Comandante Puma” en comunidades marginadas. También el pasado 6 de enero repartieron pasteles con la firma de “El Comandante Meduza”.
Este grupo criminal es ampliamente conocido por sus ejecuciones públicas, desmembramientos y sus recurrentes mensajes en narcomantas.
Diversas investigaciones los vinculan con actividades como el cobro de piso, el secuestro, el tráfico de migrantes, la venta de drogas y el robo de hidrocarburos. La Secretaría de la Defensa Nacional advirtió desde 2022, en documentos filtrados por el colectivo Guacamaya, que esta organización había incrementado su poder y recursos durante el sexenio de Cuitláhuac García.
En la región norte de Veracruz, el grupo opera a través de comandos locales armados y células de vigilancia comunitaria que reportan movimientos de policías, militares y rivales. Han sido vistos portando armas largas, vestimenta táctica y camionetas rotuladas con sus siglas.
Su control territorial se refuerza mediante la intimidación directa a comerciantes, transportistas y funcionarios locales.
También manejan un discurso pseudopunitivo, presentándose como “limpiadores” de delincuentes menores o traidores. En muchas de sus mantas y videos aseguran “no meterse con la gente buena”, pero la evidencia contradice esa narrativa.
El asesinato de Irma Hernández ha encendido alertas no solo por su impacto simbólico, sino porque podría ser parte de un patrón más amplio. En los últimos meses se han reportado otras desapariciones en Álamo y municipios vecinos, muchas de ellas sin seguimiento oficial ni visibilidad mediática.
Activistas locales señalan que el crimen organizado ha intensificado el uso del terror para silenciar a quienes no colaboran o no pagan extorsión, y que la impunidad favorece la repetición de estos crímenes.






