Adán, el apestado; lo mandaron a la segunda fila y en corralón de la ignominia

José Ortiz

Una cosa es el discurso y otra muy distinta son los hechos, la realidad lacerante, que hiere, que duele, pero que es a final de cuentas lo visible y tangible.

Por más que Claudia Sheinbaum intentó hace unos días hacer una defensa oficial y oficiosa del senador Adán Augusto López, los hechos demuestran todo lo contrario.

Y es que este domingo, durante la ceremonia relativa al primer informe de gobierno, Adán Augusto no sólo no fue ubicado arriba, en el templete, ni tampoco en la primera fila en la parte de abajo, sino que lo sentaron en la segunda hilera.

Pero aún peor, lo confinaron a un triste corral de la ignominia, separado del resto de los invitados por frías vallas metálicas, tan heladas como así traen en Palacio Nacional al legislador tabasqueño.

Y Adán Augusto no es cualquier pelagatos. Es nada más y nada menos que presidente de la Junta de Coordinación Política y líder de la bancada de Morena en el Senado.

La definición que nos proporciona el diccionario de la palabra «valla» es la de «una estructura usada para cercar, delimitar o proteger un espacio, ya sea un terreno, un jardín, o una propiedad, impidiendo la entrada o salida no deseada de personas o animales».

Pues sí. Adán, el otrora poderoso secretario de Gobernación en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador es ahora el indeseable, el impresentable. Es Adán casi expulsado del paraíso cuatroteísta.

Por algo Sheinbaum arrumbó a Adán Augusto en ese evento. Lo mandó a una posición segundona como la muñeca vieja, casi como apestado.

La forma es fondo, solía decir el tuxpeño Jesús Reyes Heroles. Y hoy por hoy, se vio a un Adán Augusto relegado, casi barrido por el escándalo de La Barredora.