En uno de esos despropósitos tan comunes de la toma de decisiones en la política mexicana, apenas se estaba acomodando Rafael Tovar y de Teresa en su nuevo cargo como secretario de Cultura federal, cuando los diputados federales le aplicaron un ramalazo al precio de entrada a los principales museos del país.
Los incrementos, que forman parte de la miscelánea fiscal aprobada por el Congreso de la Unión, llegan hasta a 200 por ciento, lo cual resulta una verdadera puñalada a la economía de las familias que gustan de acudir a estos recintos culturales para entretenerse cultivando su espíritu y su mente.
De por sí, México no se distingue por tener un nivel educativo alto ni por ser muy proclive a la cultura como medio de distracción. Con esta medida, se desincentiva la asistencia a los museos, que casi casi fueron convertidos en artículos de lujo para el grueso de la población.
Pero a lo mejor eso es lo que quieren los políticos: un pueblo ignorante, admirador de “artistas” apologistas del narco.