GRACIAS A DONALD TRUMP, DESCUBRIMOS EL FUNCIONAMIENTO IRREAL DE LA ECONOMÍA DE FICCIÓN DE MÉXICO

Entre el gobierno de Vicente Fox y el de Felipe Calderón, la paridad del peso frente al dólar se mantuvo con una mínima diferencia , pues con Fox por cada dólar se pagaron hasta diez pesos con sesenta y tres centavos y con el presidente Calderón, se llegaron a pagar hasta trece pesos, noventa y tres centavos por cada dólar americano; desde dos mil doce en que el PRI regresa a los Pinos, la paridad que dejó Calderón, se ha ido incrementando hasta llegar a la estratosférica cantidad de veintidós pesos con veintiún centavos, producto del gasolinazo, de la baja del precio internacional del petróleo y de la falta de control financiero nacional, muy a pesar de las reservas en dólares que todos los días ha salido de los caudales del gobierno federal, para poner a disposición de la iniciativa privada con deudas en dólares, lo suficiente para no seguir engañándonos con valores ficticios y convenencieros (de acuerdo a los intereses de las partes). La simulación en asuntos económicos de un país, puede causar daños irreparables y llegar a costarle el riesgo que significa hipotecar con potencias extranjeras, la soberanía nacional.

La deuda interna, del gobierno federal y de los dueños del capital privado, suscrita y financiada por bancos con capital nacional y extranjero, se encuentra al tope, sin posibilidades de pedir más dinero a cambio de obligaciones financieras virtuales, que tarde o temprano; más temprano que tarde, los bursatilizadores tienen que pagar a sus correspondientes acreedores; ya que “tratándose de inversiones y deudas, no hay fecha que no se llegue, ni plazo que no se cumpla”; por lo tanto, el financiador o artífice de esas deudas, no tiene más que dos caminos; el primero es pagar puntualmente las obligaciones adquiridas; el segundo acarrear todo lo que encuentre a su paso y salir huyendo como el ex gobernador de Veracruz doctor Javier Duarte de Ochoa.

Los dueños de los bancos privados que operan en México, generalmente radican en las grandes capitales Europeas (Madrid, París, Londres, Roma, Berlín) y en América algunos de los accionistas de los bancos que operan en México, radican en la Unión Americana y se pueden localizar disfrutando de sus ganancias especuladoras que pagan los mexicanos, en alguna de las siguientes metrópolis Washington, Nueva York, los Ángeles, Chicago, San Francisco, Houston y Miami.

En una devaluación, las razones que esgrimen los banqueros, van desde las fortalezas y debilidades de las unidades monetarias, hasta el retiro de los capitales golondrinos. No ha encontrado la política monetaria de México, un remedio contra la volatilidad del peso y por ello cualquier tensión en los mercados de divisas emergentes, lo convierte en vulnerable y ante el temor de una devaluación, las compras de pánico acaban con las remesas de dólares que están a la venta para quienes tienen deudas en dólares, pues a los ahorradores que adquieren mínimas cantidades del billete verde, en esa misma proporción mínima les produce ganancias efímeras que no remedian ninguna situación de manera permanente.

Hoy el factor determinante para que caiga el peso frente al dólar, se llama Donald Trump y en unos días tomará posesión de la Casa Blanca en Washington y obligará a gobernantes y gobernados de las grandes potencias internacionales; así como a dirigentes políticos y habitantes de naciones tercermundistas cuyas economías se mueven al son que les toca la economía del país más poderoso del mundo; lo malo para México y para el Presidente Enrique Peña Nieto, es la animadversión contra los mexicanos, que en abierto y sin disimular (aunque fuera fingido y por pura diplomacia) no oculta el Presidente electo de los Estados Unidos, quien a la menor provocación o por meras ocurrencias, vierte amenazas de repatriación fulminante en contra de los migrantes; además de coaccionar a inversionistas norteamericanos que abran fuentes de empleo en territorio mexicano y para mexicanos, sin la mínima consideración que podría tener para fortalecer la “buena vecindad” y la cohabitación colindante que con Trump y sin él sobrevivirá.

Cuando el Presidente Enrique Peña Nieto protestó el desempeño de su honroso cargo como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, comprometió su palabra ante el H. Congreso de la Unión, de cumplir y hacer cumplir la Constitución Política Federal; y defender los intereses nacionales, entre los que se cuenta de manera fundamental la estabilidad económica, sin la cual no se puede garantizar el desarrollo estabilizador, la tranquilidad pública y la paz social. Si revisamos la memoria histórica de los ex presidentes que no pudieron controlar la dependencia económica de México con los Estados Unidos, la sola mención de José López Portillo nos hace recordar que por no defender al peso “como un perro”, (según se comprometió en su penúltimo informe), se generó una devaluación tan catastrófica como la que hoy se ve venir. Y si observamos las devaluaciones autorizadas por Miguel de la Madrid Hurtado; Carlos Salinas de Gortari; Ernesto Zedillo Ponce de León; Vicente Fox; Felipe Calderón y la del actual Presidente Enrique Peña Nieto, que nos viene llevando en sus cuatro años de gestión de trece pesos con noventa y tres centavos a veintidós pesos con cuarenta centavos que es la cifra máxima que alcanzó el día de ayer la venta del dólar americano en la ventanilla bancaria, seremos fieles testigos de la quiebra catastrófica nacional que vaticinaron los augures financieros malquerientes y críticos acérrimos del Peñanietismo.