Detrás de cada palma que se bendice el Domingo de Ramos con el que se inicia la Semana Santa está el trabajo de decenas de artesanos, campesinos, horas de viaje, hambre y dedos lastimados.
La mayoría no cuesta más de diez pesos y aun así los devotos católicos regatean. Los vendedores con tal de no regresar con sus cajas llenas a sus municipios o estados de origen ceden y abaratan su trabajo en muchos casos es una artesanía.
La siembra y corte de la palma
Año con año decenas de familias llegan desde el martes anterior al Domingo de Ramos a Xalapa a vender las tradicionales palmas a un costado del mercado San José a donde acuden a comprar algunos revendedores.
La palma tradicional que se bendice en la región de Xalapa llega de Palmarejo, una localidad perteneciente al municipio de Emiliano Zapata en la que se siembra y corta un par de meses antes de abril, previo a la Semana Santa.
“Para sembrar se lleva tiempo, uno como se dedica a otras cosas, como que no, mejor las conseguimos y nos va dando el mismo resultado que cosecharlas” cuenta Carmelo Hernández, un joven proveniente de Ixhuacán de los Reyes, municipio cercano a Coatepec, quien se dedica a la elaboración de palmas junto con su familia.
“Vamos una semana antes para ver los proveedores, para ver si cosecharon porque luego no se da o si no para buscar otra zona. Una semana más a apartarla y ya luego, se acerca la temporada y vamos una semana antes a traerla”.
Los tejidos
María Flores llega de Las Vigas de Ramírez. Durante el día extiende las palmas y las entreteje formando lo que llama “petatito” para luego adornarlas con hierbas de olor como el romero o el laurel y con flores como la manzanilla o bugambilias.
“Intento hacer un petate, un petatito para darle lujo a la palmita. La visto con las hierbitas y la pongo a la venta para que cuando vengan las personas a las que les guste, esté preparada” cuenta.
Las artesanías
Año con año llegan a esta capital artesanos provenientes de Oxaca y Puebla a elaborar y vender las cruces, cristos y cáliz de trigo y palma seca que de igual forma se bendicen en esta fecha.
Domitila Mendoza Diego, originaria de San Pedro Jocotipán, Oaxaca cuenta lo difícil que es hacer los pequeños cristos. Sus manos, además del color muestran el desgaste por elaborarlos.
“Es muy trabajoso más chiquito que grande, luego no se puede agarrar. Es más barata, pero mira cómo se pelan los dedos, como raspa…”.
A pesar de que es más difícil, se vende más baratas, pues los compradores al verlos más pequeños piden el precio más bajo.
“No sube nada, así el precio que está, así…no quiere uno regresar con las cajas, para no regresar con las cajas hay que darles aunque sea barato. Este tipo de material que nosotros hacemos la figura, lo traemos de San Pedro Jocotipa. Esta figura es una tradición de cada año, de cada domingo de ramos venimos a la ciudad de Xalapa, Veracruz”.
Un cristo grande tarda hasta 20 minutos en elaborarse, mientras que los pequeños no pasan de los 15. “Empezamos a hacer la crucecita, el popote, uno por uno. Terminando este, la amarramos y le doblamos otra vez y ya aquí vienen terminando la cruz. El cristo lo empezamos primero por la cabecita. De ahí le ponemos la coronita, de ahí empezamos el pecho, de ahí le amarramos y de ahí l armamos las manos, de los dos lados y de ahí logramos la rodilla y termina. Es más barato este chiquito, casi siempre se hace 20 minutos y es un poco más barato”.
Además de la competencia se enfrentan al desempleo, por eso siguen arriesgándose a salir de sus estados a ofertas estos productos.
“En el pueblo de nosotros no hay trabajo, ahí no llueve, es puro temporal, la verdad ahí no hay fuente de trabajo. Esta artesanía, yo la empecé a la edad de ocho años y ahí pues así aprendí. De esto mantiene uno a su familia”.
Igual que las palmas, el sotolín o pata de elefanta pasa por el proceso de corte, pero con la diferencia de que es un planta en riesgo de desaparición.
“Como primer punto tenemos que conseguir este material, conseguirlo es que se vaya a traer al monte y se compra con las personas que ahí lo venden, porque desgraciadamente esto, irlo a traer ya como que nos lo están prohibiendo. Es el mentado sotolín, es un árbol como si fuera izote, da los palmitos, nada más que este material es el puro cojollito, la pura punta. Ese es el que se le va quitando y el otro año retoña otra vez, pero desgraciadamente ya no dejan cortarlo uno mismo, tiene uno que comprarlo para poder hacer nuestra figura” dijo Daniel Vásquez Gaytán, uno de los artesanos.
En Puebla acostumbran el uso de la palma seca y las espigas de trigo que se pintan de colores. Para hacerlas más atractivas, las artesanas incluyeron el uso de brillantina, pintura e imágenes religiosas y desde hace poco el uso de la hoja de maíz seca.
“Hacerlos de la forma original ya no se vende, ahora tiene uno que comprar y ponerles cosas para que pueda salir, como esos brillitos”. Mónica Ángel Jiménez, Chapulco, perteneciente aTehuacán, Puebla.
Ese es parte del proceso de las palmas, símbolos católicos que conservan tradiciones familiares de diferentes culturas en nuestro país y que como muchos productos artesanales son poco valorados.




