EL NEGOCIO DE LAS ELECCIONES MUNICIPALES.

El breve espacio que la Ley Electoral del Estado de Veracruz, dispone para las campañas políticas municipales ( 2-31 de mayo), no significa que se tenga que llegar a la contienda política, sin una estrategia bien definida, con una imagen aceptable del candidato o candidata a Presidente Municipal; con una propuesta integradora de las personalidades que conforman la planilla, desde la Sindicatura, las Regidurías y si es posible el compromiso de invitar a colaborar en el gobierno municipal, a un Tesorero que personifique la honestidad y que garantice el manejo escrupuloso de las finanzas municipales; así como de otra figura complementaria para garantizar rendición de cuentas, honestidad y transparencia, que recaería en quien desempeñe el cargo de Contralor; con ese equipo de trabajo, podría garantizarse la «competitividad» para lograr el triunfo en las elecciones del próximo domingo 4 de junio. Antes, durante la vigencia del viejo sistema político mexicano, se sabía con un año de anticipación, quién sería el sucesor del alcalde en las principales ciudades del estado; y también se podía augurar el triunfo, con un año de anticipación de quienes adelantados a los tiempos electorales, hicieran una pre-campaña, posicionando al candidato y a su partido, para llegar en las encuestas electorales que se realizan en vísperas de cualquier campaña política, con una diferencia de cuando menos el veinte por ciento en las preferencias electorales, del candidato y de su partido.
Los analistas políticos consideran que una campaña bien planeada y ejecutada, representa el cincuenta por ciento de posibilidades de triunfo; y que el otro cincuenta por ciento lo definen los electores, en lugares donde no existen márgenes de extrema pobreza, puesto que los sufragantes tienen cuando menos la mínima preparación, para emitir un «voto razonado», dispuesto a favorecer a los candidatos que más convengan a la población. No aplica el anterior razonamiento, en aquellas municipalidades, donde se emite «el voto del hambre», que se obtiene comprando credenciales de elector o comprando voluntades con despensas, electrodomésticos o vales de mercancía que le garanticen algún provecho inmediato al elector; el hambre, doblega voluntades e impide el razonamiento del voto aún en contra de la Garantía Constitucional que establece procesos electorales con emisión de votos en forma libre, secreta y directa. El voto corporativo que arrastraban las centrales obreras, sindicatos y organizaciones magisteriales, ha desaparecido, a base de tanta difusión a los procesos democráticos y también por la gran difusión de los promocionales que previenen la comisión de ilícitos establecidos en la Ley General en Materia de Delitos Electorales.
Las «promesas de futuro» en lides politiqueras, como dice la letra de la salsa compuesta por Rubén Blades; en eso quedan, en simples promesas, que despiertan reiteradamente y en cada campaña electoral, la «esperanza» de la población que mira a los candidatos, como redentores de las luchas sociales que van a conducir a las masas, a otros planos de vida superior, sin carencias palpables y cubiertas las necesidades básicas de alimentación, salud, educación y empleo. Sin embargo, siguiendo a Ruben Blades: «Pablo Pueblo, hijo del grito y la calle, de la miseria y del hambre» tendrá que seguir esperando, puesto que «su alimento es la esperanza; su paso no lleva prisa; su sombra nunca lo alcanza». En toda campaña política, afirma Maquiavelo, que: «siendo los hombres tan simples, obedecen a las necesidades del momento, de tal suerte, que aquel que engaña, encontrará siempre a quien se deje engañar»; de ahí que el político tradicional mexicano, sobre todo en una campaña política promete tanto y hace tantos juramentos a los votantes, que termina por no cumplir ninguno; no faltará el político que con una capacidad histriónica, envidiada por los noveles actores de teatro y televisión, pueda mostrarse piadoso, fiel, humano y generoso, con tal de garantizar votos a su favor; aunque generalmente después de alcanzar el triunfo y en actitud convenenciera frente a los poderosos, esté dispuesto a combatir la caridad, el humanismo, la fe y la religión; pues lo más importante para aquel que se encuentra «en la plenitud del pinche poder», es mantenerse en él, a costa de lo que sea.
Las campañas negras, basadas en la calumnia, la difamación y la intriga, aparecen en toda contienda electoral, puesto que «en política, como en el amor» se vale todo para ganar una elección y entrado en gastos, el político debe entender, que todo aquello que se pueda lograr con dinero, sale barato al precio que sea, según recomendación de José Fouché, el poderoso y más cercano asesor político del emperador Napoleón Bonaparte. Los topes de gastos en las campañas electorales, no incluyen el dinero que se invierte para contrarrestar las campañas negras; esos topes siempre resultan insuficientes para cubrir los requerimientos del candidato, de su equipo de promoción del voto, de su equipo de prensa, de su publicidad en los medios impresos, electrónicos en radio y televisión; de la instalación de anuncios espectaculares; de todo tipo de mensajes por teléfono y por internet; de la estructura que tendrá a su cargo el cuidado de cada casilla; y del ejército de personas que «al cuarto para las doce», el día de la jornada electoral, facilitarán la llegada de los votantes a la casilla y todo lo que representa una inversión para proporcionar «atenciones» a los funcionarios de casilla. Como se observa en este caso, se hace presente una vez más la calificación atribuida al profesor Carlos Hank Gonzalez, en el sentido de que: «Un político pobre, no es más que un pobre político»; ya que toda campaña requiere de un financiamiento tan costoso, según la importancia de la municipalidad que se pretenda ganar.
Recientemente se pudo observar el proceso electoral de los Estados Unidos de Norteamérica, para alcanzar la presidencia de la nación más poderosa del mundo y a pesar de las remesas de dinero que aportaron los demócratas en favor de su candidata Hilary Clinton, los montos de la inversión política de los republicanos para hacer ganar al magnate Donald Trump, resultaron muy superiores za la inversión de los perdedores. En este caso, el binomio compuesto de un buen candidato y una buena y costosa estrategia de campaña, dieron los resultados que se conocieron el 8 de noviembre por la noche, sin posibilidad alguna de revertir el triunfo de Donald Trump, quien se supo ganar el voto de los norteamericanos, pronunciado discursos de lo que querían oír los electores norteamericanos; a diferencia de la candidata Hilary Clinton, quien incluía en sus discursos, el compromiso de mayor apertura en favor de los migrantes, arrastrando con ello un gran liderazgo en quienes no tenían la posibilidad de llevarla al triunfo; hoy se sabe que muchos mexicanos que sufren familiarmente con las deportaciones ordenadas por Donald Trump, votaron en favor del magnate, sin pensar en las consecuencias que padecen y lamentan.
Volviendo a nuestra realidad y a las campañas electorales municipales, esperamos que todo transcurra con tranquilidad y orden, para que no se desborden las pasiones y se fortalezca el Estado Democrático de Derecho, que las autoridades de los tres ordenes de gobierno, están obligadas a garantizar. Por lo demás, en muchos de los doscientos doce municipios veracruzanos, donde el triunfo resulte en contra de la voluntad popular, solo quedará esperar para dentro de cuatro años el siguiente proceso electoral y entre tanto consolar al famoso «Pablo pueblo», Pablo hermano, para que siga votando en las elecciones, pa’ después comerse un clavo.