TOLERANCIA CERO, VENTANAS ROTAS Y VANDALISMO.

Rudolph William Louis “Rudy” Giuliani III, en un segundo intento electoral, apoyado por el Partido Republicano, ganó las elecciones para ser alcalde de Nueva York a partir del primero de enero de 1994 y a través de la reelección inmediata, al término de su periodo, permaneció como alcalde de una de las ciudades más importantes de Norteamérica, hasta el día treinta y uno de diciembre de 2001. Abogado de profesión, político por vocación y millonario hombre de negocios por su visión empresarial; resultó ser, un personaje fuera de serie, cuyo legado de hombre público, vale la pena difundir.
Al alcalde Giuliani correspondió atender el problema de seguridad nacional, que generó un gran dolor en el pueblo estadounidense, por la muerte de miles de personas que se encontraban en las Torres Gemelas el fatídico once de septiembre de 2001, cuando se produjo el ataque aéreo a esos emblemáticos edificios. El liderazgo ejercido por Rudy Giuliani y su brillante papel, desempeñado como Comandante en Jefe, para el rescate de los muertos y heridos que dejó el ataque a las Torres Gemelas, le hicieron ganar popularidad mundial y los medios de comunicación le asignaron el apodo de “alcalde de América”; además del nombramiento como “personaje del año 2001” por la revista Time.
Antes del grave y penoso ataque a las Torres Gemelas, el alcalde Giuliani, ganó fama de político duro, con mano de hierro, en el combate a la delincuencia callejera que tenía sentados sus reales en diferentes zonas de la urbe de hierro; y mediante la implantación del programa “Tolerancia Cero”, recuperó los espacios públicos, apoyado por un ejército de trabajadores de bajo perfil y un cuerpo de policía más estricto, entre cuyas tareas también destacaron el rescate de las rutas y estaciones del metro; el encarcelamiento de quienes bebían alcohol y consumían drogas en la vía pública, a la que habían convertido en mingitorio y puntos de venta y consumo de drogas sin ley.
Con la detención y fichaje de drogadictos, prostitutas, narcomenudistas, limpia parabrisas, y franeleros al servicio de los narcotraficantes, además de otros delincuentes menores y mayores que habían convertido las calles de Nueva York en zonas de gran peligrosidad, a las que los turistas se abstuvieron de visitar por muchos años, para evitar el riesgo de poner en peligro su vida e integridad física y patrimonial, por desafiar a las bandas criminales y a las familias controladoras de la venta ilegal de alcohol, drogas, tráfico de personas y prostitución infantil; Rudy Giuliani rescató desde la alcaldía, a la metrópoli que gobernaba, para bien de los neoyorquinos y para disfrute de sus visitantes.
Como complemento del programa “Tolerancia Cero”, el alcalde Giuliani reclutó un ejército de trabajadores municipales, dedicados al acopio y recolección de basura; formó cuadrillas encargadas de la limpieza de calles, reparación de banquetas y bacheo de vialidades; y con otro grupo de trabajadores de alumbrado público, se iluminaron las vialidades y parques públicos que por mucho tiempo y en la oscuridad, sirvieron de puntos de reunión y vivienda callejera, de vagos, raterillos y precaristas; otros trabajadores de la alcaldía de Giuliani, se dedicaron a combatir el graffiti y a reparar fachadas de casas y edificios abandonados; por cuenta de los propietarios registrados en el padrón municipal; con el fin de garantizar la recuperación de las inversiones municipales, en todos esos trabajos implementados para el rescate de las zonas urbanas y la seguridad pública ciudadana.
Los críticos, que nunca faltan, se inconformaron con el trabajo al frente de la alcaldía de Nueva York, de Rudolph Giuliani, señalando entre otras cuestiones, que se duplicaba el presupuesto asignado a la imagen urbana de la ciudad; además de que, la contratación de personal para la realización de los trabajos del programa Tolerancia Cero, incrementaba el gasto público, con una carga laboral adicional a la plantilla de trabajadores con la que otras administraciones habían funcionado; sumado a lo anterior, el incremento en el gasto por la adquisición de los implementos y materiales empleados por las cuadrillas de trabajadores; y todo ese financiamiento contra el vandalismo por la aplicación del programa Tolerancia Cero, tendría que ser financiado por los contribuyentes de Nueva York.
Solo faltó que los neoyorquinos, inventaran el pago del programa Tolerancia Cero, a cargo de turistas y visitantes de la ciudad más importante de los Estados Unidos; como ahora se le ha ocurrido al presidente Donald Trump, que el muro divisorio de los Estados Unidos con México, lo paguen los mexicanos; cuando lo que pretende el gobierno de Estados Unidos, es evitar la llegada ilegal de migrantes de cualquier parte del mundo, por la frontera norte de México; frontera que desde hace muchos años, sirve para la introducción ilegal de armas de fuego fabricadas en los Estados Unidos, en un intercambio por los cargamentos de droga que se procesa en Colombia y otros países de Centro y Sudamérica, para el consumo desesperado y cada vez más grande, de la juventud norteamericana.