La fascinación que Audrey Hepburn provoca en el mundo no ha disminuido a pesar de que está ausente hace 24 años (30 de enero 1993). Así lo prueba le expectativa generada ayer por la casa Christie’s, tras el anuncio de la subasta de artículos personales de la actriz, el 27 de septiembre próximo, en Londres, Inglaterra.
Las piezas, que también se ofrecerán en internet del 19 septiembre al 3 de octubre, son del periodo más intenso en la vida pública de Hepburn, entre 1953 y 1968. Incluyen ropa, como un abrigo impermeable de Burberry (entre 6 mil y 8 mil libras) y un vestido de cóctel de Hubert de Givenchy (15 mil libras), y copias de guiones, entre ellos el de Breakfast at Tiffany’s.
El director de colecciones privadas de Christie’s, Adrian Hume-Sayer, y la periodista española, Carmen Mañana, coinciden en que el interés y amor del público se mantienen intactos, gracias al carácter excepcional de la mujer que supo mostrar la mejor versión de sí misma, pese al abandono paterno o una juventud en la Europa asolada por la Segunda Guerra Mundial.
“Su nombre resuena inmediatamente, su atracción y relevancia se mantienen tan fuertes hoy, como lo fueron siempre”, acepta Hume-Sayer, quien al tiempo confiesa su interés en que coleccionistas y aficionados puedan adquirir objetos que permitan conocer aspectos de “la vida extraordinaria de una mujer extraordinaria”.
Mañana es más poética al referirse a la considerada por el American Film Institute como la tercera mayor leyenda femenina del cine estadunidense. “Era excepcional, pero no irreal.Lejos de representar un modelo inalcanzable, como hicieron y hacen otras actrices, Hepburn encarnó, desde su papel en Sabrina, el auténtico mito de Pigmalión, la promesa de que cualquier mujer podría transformarse en una versión mejorada de sí misma”, agrega Carmen en El País.
VIDA. Audrey Kathleen Ruston nació en Bélgica (4 de mayo de 1929) fue educada en Holanda, tuvo el corazón británico, la fama hollywoodense y, al paso del tiempo, se transformó en una leyenda mundial. En Ámsterdam descubrió su atracción por las artes y estudió ballet con Sonia Gaskell.
Fue en Londres, en 1948, cuando todo comenzó en realidad. La joven inició gradualmente su transformación en la mítica Audrey Hepburn, primero al seguir sus estudios de danza clásica con Marie Rambert y al trabajar como corista en las producciones musicales de West End.
“Era europea por los cuatro costados… su padre era un banquero británico y su madre una flamenca de estirpe aristocrática. Tuvo por ello, durante sus años de leyenda en Hollywood, una especie de condición de bellísimo bicho raro: se salía por completo de la norma y rompía con el rasero del lujoso zoológico californiano.
“Incluso por las características de su rara belleza y por sus pronunciadas peculiaridades como actriz, que impusieron un nuevo estilo: directo, sencillo, cercano, sin precedentes en el juego de las sofisticaciones de laboratorio del estrellato hollywoodense”, considera el ibérico Ángel Fernández-Santos.
Con su debut cinematográfico en Risas del paraíso (1951) —dirigida por Alastair Sim—, no pasó nada. Fue hasta que William Wyler la conoció por coincidencia y le dio una oportunidad en Vacaciones en Roma que el éxito llegó de súbito. Gracia a su labor se alzó con el Oscar a Mejor actriz en 1953.
Se convirtió “en una de las actrices más cotizadas del cine de entonces, una especie de nuevo relevo europeo al vacío dejado por el retiro de Greta Garbo”, opina Fernández-Santos. Con esa estela de triunfo llegaron filmes trascendentales en su carrera: La calumnia (William Wyler), Sabrina (Billy Wilder) y Los que no perdonan (John Huston).
Por Charada obtuvo el último galardón de parte de la British Academy of Film and Television Arts; siguieron Dos en la carretera (Stantey Donen), Breakfast at Tiffany’s (Blake Edwards) y My Fair Lady, en la que fue dirigida por George Cukor, que significó una consolidación como favorita.
RETIRO. La frustración emocional e infelicidad de su vida personal marcaron a Hepburn, que al final de sus días buscó el consuelo de las labores benéficas, principalmente como Embajadora de Buena Voluntad de UNICEF. Poco antes de que se le detectara cáncer de colon acudió a Somalia en una misión humanitaria.
“Nunca me repondré de lo que he visto allí”, dejó en claro la actriz en su momento. Convencida de que su paso por Hollywood era un asunto del pasado, Hepburn dio su último aliento en Suiza, “No hizo de su deterioro físico un espectáculo. Se fue con la forma discreta de caminar que fue parte de su incomparable elegancia”, finaliza Ángel.