El político, el funcionario, el hombre público…
Escuchamos hablar de ellos, los vemos declarando en los medios, sale su foto, su imagen ante la cámara, en su voz hay firmeza, duda de repente, intensidad según el tema.
Son para el gran público seres de papel, electrónicos, alejados en la tarima, a los que de repente se puede saludar de mano, tomarse una selfie instantánea con ellos que quedará en el recuerdo de uno y en el desconocimiento perenne del otro (“Señor, ¿se acuerda de mí? Yo lo saludé hace como cuatro meses y medio cuando caminaba por el Parque Juárez. Soy el que le dijo que lo estaba haciendo muy bien” -el rostro ilusionado, la esperanza viva-. “Ah, sí, claro, cómo no… el que me dijo que lo estaba haciendo muy bien… cómo lo voy a olvidar -la mirada aquiescente, la sonrisa infaltable, la vista en el espacio ignoto-).
Pero el ser humano que vive y elucida y siente atrás de ellos poco lo conocemos. Para los medios, para la nota informativa, para el boletín son seres que ni sudan ni se acongojan, solamente declaran: el funcionario dijo… (aclaró, anunció, afirmó, aseveró, comentó, comunicó, denunció, esclareció, explicó, expresó, expuso, indicó, informó, reveló, señaló… ¡uf!, y etc.).
¿Cómo son en la vida real, qué gustos personales tienen, qué les alegra, qué les enoja, que les indigna?
Por una malformación del ejercicio periodístico -que por el puro confort, la ley del menor esfuerzo, se ha olvidado de informar lo verdaderamente importante-, nada sabemos de los personajes que conducen el país, el estado, el municipio.
No conocemos su vida familiar, nada sabemos de sus entretenimientos, de su trabajo en sí. ¿Vacacionan? ¿A dónde? ¿Son cariñosos, fríos, lejanos, amistosos en el trato cotidiano? ¿Van al cine? ¿Les gusta leer? ¿Qué tipo de literatura? ¿Saben usar el celular? ¿Son reacios a la tecnología? ¿Se comunican por teléfono o por WhatsApp? ¿Manejan personalmente su Twitter? ¿Su Facebook? ¿Su Instagram? ¿Tienen esas cuentas?
Y más aún, ¿son sobrios o expansivos? ¿Tacaños o dadivosos? ¿enojones o amables? ¿Estrictos o permisivos?
Entre tanta tecnología, con la revolución de los sistemas de comunicación, con el Internet y las redes, llega a cada individuo una cantidad tal de información, que termina por no saber nada, de tanto que sabe. Su cerebro y la memoria de sus dispositivos están llenos de datos irrelevantes, de cosas inservibles, de algo como “un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y de furia, que no significa nada” (Shakespeare, a través de Faulkner, para los literatos).
Sabemos tanto, que no sabemos nada… y es posible que tengamos información precisa y al día de lo que hacen nuestros gobernantes, pero no sabemos nada de ellos como seres humanos.
Por eso es útil el ejercicio de tratar de entenderlos en su personalidad, en su carácter, en su formación, en sus gustos, pero con respeto a su vida privada, a su intimidad, a información que debe mantenerse en reserva por los protocolos de seguridad a que todos tienen derecho.
Es tratar de hurgar en la persona, pero desde el ámbito de su vida que es público.
Vamos a intentarlo con el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares…
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