Falta un año y medio para el cambio de gobierno federal y la agenda política de los pendientes comprometidos por el Presidente de la República Enrique Peña Nieto, sigue sin cumplirse de manera puntual; tal como fueron suscritos los compromisos acordados por el entonces candidato presidencial, ante la fe pública notarial; y ante la fe ciudadana, cuyo valor (para esta última), resulta más apreciado por el pueblo, que el que consignan los instrumentos notariales elaborados por los fedatarios encargados de la formalidad y la solemnidad de los actos jurídicos.
De la votación que favoreció al candidato del PRI en el año 2012, para llegar a Los Pinos, vale destacar que esos votos en favor del PRI, correspondieron a los sectores sociales más empobrecidos y con menor grado de educación, ya que, siendo integrantes de los marginados sociales y de las clases medias populares, jamás contaron con algún incentivo para elevar su calidad de vida y mejoramiento educativo y social; por su parte, los sectores juveniles universitarios, se agruparon en el famoso y efímero movimiento “#yosoy132” y sus expresiones de apoyo político, en parte fueron para la candidata del PAN Josefina Vázquez Mota; y para el candidato de PRD y aliados, Andrés Manuel López Obrador.
El juego democrático que se invoca en cada proceso electoral, no se vio en la elección presidencial de 2012; porque sin propuesta política para despertar el interés en la conquista del voto de los mexicanos, el PRI tuvo que recurrir a la compra del voto y al reparto indiscriminado de dinero, como bien lo saben hacer sus cuadros políticos y dirigentes. Y si, a la compra del voto, con dinero o mediante la entrega de despensas y apoyos materiales, le suman, el engaño televisivo como el que se dio entre el carismático y joven candidato del PRI y la estrella de Televisa, quien contribuyó de manera determinante para captar la admiración, el aplauso y el compromiso de apoyo a la propuesta política de la pareja, cuya alianza matrimonial, se dijo que era meramente política y no sustentada en el amor y la pasión, solo así podemos entender y hasta justificar que el 38% de la votación haya llevado al triunfo para recuperar Los Pinos, al candidato del partido más desprestigiado de México en la pasada y en la futura elección presidencial.
Al Presidente Enrique Peña Nieto, a quien acompaña una corta experiencia en el desempeño de cargos públicos; hay que reconocerle que posee una extraordinaria memoria política y que sabe hacer uso de la información que se requiere para la toma de decisiones; puesto que, con gran habilidad y buenos resultados, ha sabido suplir las ineficacias de varios de los miembros de su gabinete, sobre todo, del equipo político- policiaco y de Hacienda, dependencias en las que permanecen el licenciado Miguel Ángel Osorio Chong; el abogado Raúl Cervantes Andrade; y el doctor en economía José Antonio Meade Kuribreña; quienes tendrán que aplicarse para que el sucesor de Peña Nieto resulte ser el que decida “el fiel de la balanza”. No vaya a suceder que nuevamente el PRI sufra otra aplastante derrota y por tercera ocasión los tricolores tengan que desocupar la residencia oficial de Los Pinos y el Palacio Nacional; porque en esta ocasión podría ser para siempre.
Así lo acaba de declarar a la prensa, el político originario del estado de Sinaloa Francisco Labastida Ochoa, , quien afirma que su partido el PRI, apenas alcanza “el tercer lugar” en las preferencias electorales, por lo que recomienda a sus correligionarios, incluido al líder Enrique Ochoa Reza, no adoptar la “política del avestruz” y en todo caso, le pide que recomiende al equipo del presidente Peña, atender los problemas de inseguridad y corrupción, que constituyen el “Talon de Aquiles” del estado mexicano.





