Se esperaba –y así lo habían anunciado algunos analistas políticos de la Ciudad de México– que tras la persecución que la Procuraduría General de la República ha emprendido contra Ricardo Anaya, el ex dirigente panista sería arropado este domingo por los líderes y gobernadores del PAN y PRD durante su registro oficial ante el INE como candidato presidencial de la coalición Por México al Frente.
Sin embargo, fue notoria la ausencia de la mayoría de los mandatarios estatales del partido de Anaya. Según las crónicas periodísticas, los únicos que se vieron fueron Antonio Echeverría, de Nayarit; Miguel Márquez, de Guanajuato; Francisco Cabeza de Vaca, de Tamaulipas y Francisco Vega, de Baja California. De los perredistas sólo se presentaron Miguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y Arturo Núñez, de Tabasco.
Entre los gobernantes panistas que no acompañaron a su candidato a la Presidencia destacó el caso del veracruzano Miguel Ángel Yunes Linares, quien optó por acudir a la ciudad de Orizaba para presidir la reunión 63 del Grupo de Coordinación Veracruz de seguridad pública.
Pero Yunes no necesitaba ir personalmente hasta la sede oficial del INE para salir en defensa del abanderado panista. Y es que este martes 13, en el municipio de Perote –si es que no hay cambios de última hora en la agenda presidencial–, el mandatario estatal del PAN tendrá una excelente oportunidad para reclamarle frente a frente, cara a cara, al presidente Enrique Peña Nieto la persecución que, según Anaya, la PGR ha emprendido en su contra para sacarlo del proceso electoral y beneficiar así al candidato del PRI, José Antonio Meade, rezagado en el tercer lugar de las preferencias electorales.
Yunes, quien suele presumir de tener bien puestos los pantalones y de no tolerar ningún acto al margen de la ley –como se los demostró este sábado a los maestros chiapanecos de la CNTE–, ¿encarará a Peña Nieto para exigirle que cese el acoso de la PGR contra Anaya, a quien le debe la diputación federal plurinominal de 2015, la candidatura a gobernador de 2016 y la polémica nominación de su primogénito Miguel Ángel Yunes Márquez a la gubernatura?
Si así lo hiciera, el mandatario panista, quien en diciembre del año antepasado incumplió su amenaza de “cimbrar a México” con información que presumía tener de la corrupción priista en Veracruz y que supuestamente alcanzaba a los altos círculos del gobierno federal, se reivindicaría y hasta volvería a protagonizar un hecho inédito como el de 1981, cuando como diputado del PRI estuvo a punto de conseguir que el Congreso local enjuiciara políticamente al gobernador Agustín Acosta Lagunes por abuso de autoridad, ante la persecución que el economista nativo de Paso de Ovejas había emprendido en contra de algunos ex funcionarios hernandezochoístas como el ex director del IPE, José Luis Lobato Campos, y el alcalde xalapeño Carlos Padilla Becerra, ex director del DIF estatal.
Y es que este domingo, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, sólo hizo un tibio llamado a los gobiernos y a las autoridades a que actúen con imparcialidad y a que respeten las reglas del juego democrático, “justo porque se trata de una renovación pacífica, prevista en las leyes”.
MAREADOS CON LA MORENA
En la sucesión estatal de 2016, numerosos líderes y muchísimos académicos de nivel superior votaron por el actual gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, lo que obviamente evidenció que Cuitláhuac García Jiménez, postulado por primera vez a la gubernatura por MORENA, no permeó totalmente en la comunidad universitaria de la que forma parte como catedrático de la Facultad de Ingeniería de la UV.
En el presente proceso electoral, muchos de esos académicos piensan votar por Cuitláhuac aunque no confían plenamente en su capacidad. Su zalamería con Andrés Manuel López Obrador es lo que lo ha mantenido en el ánimo del líder nacional y candidato presidencial de MORENA.
Se supone que el actual alcalde de Xalapa, Hipólito Rodríguez Herrero, es una imposición de Cuitláhuac; pero el edil ha dejado mucho que desear en estos primeros dos meses de su administración municipal, a la que incorporó a funcionarios foráneos de los que se ha tenido que deshacer ante la presión de la opinión pública. Pero el problema se agrava toda vez que Manuel Huerta, dirigente estatal de MORENA, cree controlar el Ayuntamiento capitalino a través de sus incondicionales como el director de Gobernación, Ulises Ponce Tenorio, y el jefe de la Unidad de Desarrollo Político, Juan Vergel Pacheco, quienes francamente se han visto ineficientes.
Cuitláhuac parece estar convencido de que el “Efecto Peje” lo remolcará automáticamente a la gubernatura, pero si sigue confiándose en esa mera suposición puede llevarse tremendo fiasco. Esa comodina actitud, aunada al menosprecio con que dicen suele tratarlo en corto Huerta Ladrón de Guevara –quien entre grandes risotadas no lo baja de “Juanito”–, pueden pasarle factura.
Al mismo tiempo, Manuel Huerta no logra despojarse aún de esa actitud de dictadorzuelo que en buena parte propició el desbarajuste en la elección municipal del año pasado, lo que al final provocó que su partido se desplomara en las preferencias electorales en más de 60 municipios donde inicialmente encabezaba las encuestas.
El menosprecio de Huerta Ladrón de Guevara hacia la militancia de MORENA es cada vez más difícil de disimular, ya que ante cualquier disidencia le brota lo autoritario y en lugar de diálogo opta por la cerrazón.
Cuitláhuac y Manuel, uno como candidato y el otro en la dirigencia, tienen la oportunidad histórica de ganar la gubernatura en los comicios de julio próximo, pero hasta el momento, lamentablemente, ni uno ni el otro han podido mostrar tamaños y encarnar el liderazgo que convenza a los veracruzanos para llevarlos al poder.
Lástima que en MORENA dispongan solamente de una Rocío Nahle, una mujer entrona, con un discurso sólido y tan valiosa políticamente que lo mismo ha sido incluida para una importante posición en el gabinete presidencial de López Obrador que para ocupar un escaño en el Senado de la República en caso de que AMLO volviera a fracasar en su aspiración de llegar a Palacio Nacional por tolerar y cargar lastres como los de Veracruz.