Entre las 5 y 6 de la mañana comienza el día para la señora Estela Hernández. Como la mayoría de las marchantas que venden legumbres y frutas y verduras de temporada afuera del Mercado Jáuregui, aprendió este oficio de su mamá, quién le inculcó el valor por el trabajo.
«Tengo 40 años de venir, descansé un poco cuando tuve a mis hijos, pero después empecé a venir, casi todos los días».
«Traigo algunas cositas de mi pueblo, como el laurel, la hoja de aguacate, las calabacitas criollitas…».
Tiene seis hijos, ya casados todos, pero sigue el pendiente de ellos. «Nosotras siempre nos preocupamos por un hijo, aunque estén casados, nosotros siempre estamos al pendiente de ellos…estamos pensando si van a llegar o no»
Ahora sólo trabaja para ella, a sus 61 años sigue luchando por su sustento.
La mayoría de vendedoras heredaron este oficio de sus mamás, a quienes acompañaban de niñas a este mercado.
«Desde pequeña, desde que yo me acuerdo anduve detrás de mi madre vendiendo, mi mamá nos enseñó, ella fue madre de diez hijos con un esposo alcohólico y de aquí nos levantó», cuenta Alejandra Durán Ballesteros, quien vende un puesto junto a la señora Estela.
«Tratamos de luchar, soy madre soltera», cuenta Edit Guzmán.
«Hoy la vida es más dura. Yo venía aquí con mi mamá desde chiquita, siempre he andado aquí vendiendo, siempre anduve con mi mamá, siremoe he vivido acá en el mercado».
Edith, la más joven de las vendedoras lleva a su pequeña hija a vender, pero no quiere que siga la tradición en su familia.
«Me gustaría que ella estudiara, que fuera una profesionista, que ni fuera como yo».
Es así como el ejemplo de lucha de las madres vive entre estas mujeres que madrugan, caminan, y sortean diferentes dificultades para sobrevivir día a día.









