La clase política tras el poder y riqueza vs. aspiraciones sociales

Dentro de la teoría política que define el liberalismo clásico, se registra el surgimiento de los estados modernos, con el empuje económico de la producción capitalista, para hacer surgir a la clase social dominante, identificada como la burguesía; dueños del gran capital, y por ende, dueños del gobierno y de las leyes, elaboradas para justificar todas las acciones provenientes de los detentadores de la riqueza, constituida principalmente con la contribución de los trabajadores, cuyos ingresos se ven disminuidos con las aportaciones a la hacienda pública, vía impuestos y contribuciones.

La fuerza de la burguesía, desde que conquistó el poder político, ha sostenido una lucha en contra de los marginados sociales. La supremacía del poder económico se ha impuesto a sangre y fuego, en defensa de sus intereses; empleando una rudeza innecesaria, pero demostrando siempre que quien tiene el dinero, todo lo puede y que al trabajador, al empleado, al burócrata, sólo le corresponde obedecer, so pena de sufrir el castigo de quedarse sin empleo y cancelando todas las posibilidades para sostener a sus dependientes económicos.

En México, en las tres etapas fundamentales de su historia: Independencia, Reforma y Revolución, la lucha ha sido enarbolando la bandera de la reivindicación de los que poco o nada tienen. Esa lucha no ha sido en vano, ante los avances logrados por los héroes que nos dieron Patria y Libertad, que ofrendaron su vida en la definición de un Estado Soberano, gobernado por una República, Democrática, Representativa y Federal; y de los revolucionarios que en la lucha por la democracia iniciada por Madero, nos legaron una Constitución Política, que tutela los Derechos Humanos, las Garantías Individuales y Sociales, la estructura gubernamental y los programas sociales, para acabar con la marginación y la desigualdad de los mexicanos.

Sin embargo, todo aquel que logra conquistar el poder, no queda satisfecho con ese solo hecho; la lucha siempre continúa, para conservar el poder público y ejercerlo en beneficio de los miembros de la clase dominante, que jamás ha utilizado ese poder, para compartir la riqueza pública con los marginados sociales, pues la ambición en los poderosos, generalmente los convierte en insaciables y los abusos que cometen en ese afán, los conduce invariablemente a su autodestrucción; los ejemplos sobran y cada quien que los identifique como mejor lo entienda.