Guerras de papel, que no matan pero atentan contra México

Desde que se inició el periodo electoral que concluyó el primer domingo de julio y hasta la fecha, en vísperas de la toma de posesión del vencedor indiscutible, con 30 millones de votos, el Lic. Andrés Manuel López Obrador, se han seguido replicando los debates y controversias de sus adversarios, que no digieren todavía su derrota; pero lo más grave es que los perdedores de la elección y los grupos que patrocinaron sus campañas, no parecen dispuestos a perder los grandes negocios al amparo del poder público, que les facilitó la concentración de la riqueza de este país en unas cuantas manos.

En una guerra de baja intensidad, los organismos empresariales y sobre todo quienes forman parte de la cúpula del Consejo Coordinador Empresarial y organizaciones afiliadas, difunden por todos los medios cifras que cuestionan la estabilidad económica y minimizan el potencial de los yacimientos petrolíferos que respaldan en gran medida, el enorme endeudamiento público y privado del Gobierno. En contradicción a los especuladores de las finanzas públicas nacionales e internacionales, todavía se sigue considerando a México, como un sujeto de crédito, que tiene potencial para solventar sus pasivos.

La guerra de cifras, también ha sido arma de quienes ven en un gobierno austero que pretende acabar con el derroche del dinero público, a un enemigo difícil de vencer. Puesto je lo que anima a los políticos sinverguenzas, es la finalidad de sostener prebendas y canonjías mediante negocios turbios como los que se han puesto de moda con los sobornos de la petrolera brasileña Odebrecht, el fraude con la famosa Estafa Maestra, los diezmos y moches a diputados y Senadores, la aparición de las empresas fantasmas; todas ellas consideradas como estrategias para los grandes negocios de los saqueadores de las finanzas públicas.

Y si a todo lo anterior se suma la guerra de declaraciones entre los actores políticos, representantes de partidos y organizaciones sociales, miembros de la jerarquía católica, intelectuales y empresarios dueños de los medios de comunicación; todos ellos interesados en resguardar sus particulares intereses por encima del interés público y social, no nos queda más que mantener la ecuanimidad y la templanza, para enfrentar todas esas guerras que se han declarado en nuestro país, contra los intereses nacionales.