Entre los locatarios de zona de mercados del puerto de Veracruz hay rabia, tristeza e indignación por la muerte de Alejandro, un joven comerciante que tras resistirse a un asalto, recibió una puñalada en el corazón.
Los transeúntes que fueron por las compras para la comida de esta tarde no podían creer lo que sus ojos estaban viendo. Todos comenzaban a murmurar, «ay qué bárbaro, dios lo tenga en su santa gloria», dijo en voz baja una mujer que no dejaba de observar el cadáver.
La sangre que brotaba del pecho de la víctima formó un charco color rojo que atrajo la atención de las moscas que volaban encima de los montones de fruta del mercado.
El cuerpo de Alejandro San Cristóbal Tenorio quedó tirado boca abajo. Los ojos del joven de 27 años de edad quedaron cerrados tras el último suspiro que le dejó el agónico sufrimiento.
Los restos del comerciante quedaron tirados en la entrada de «Soriana Mercados», pero a pesar de lo ocurrido, las actividades en el centro comercial no se detenían, por el contrario, continuaban como si nada hubiera pasado. Los únicos que hacían pausa para morbosear al muerto eran los clientes.
Apenas habían pasado unos minutos. La sangre estaba fresca y el cuerpo de la víctima comenzaba a enfriarse, pero ya no había nada qué hacer, el hombre no tenía signos vitales.
La punta del arma punzocortante del delincuente había entrado en el lado izquierdo del pecho de Alejandro. El victimario asestó un golpe mortal cuando consiguió que el frío metal atravesara la piel, el músculo y llegara al corazón de su víctima, perforándole el órgano vital.
Testigos señalan que todo inició media cuadra atrás, en el local de Alejandro. En ese lugar, el comerciante realizaba su actividad cotidiana como cualquier día, sin imaginar lo que le esperaba.
Minutos antes de las 11:00 horas, un sujeto que vestía chamarra roja apareció de la nada y sin mediar palabra le arrebató el celular al joven vendedor de licuadoras. El hampón se echó a correr, pero Alejandro corrió tras él.
La persecución se prolongó media cuadra, hasta el cruce de la avenida Nicolás Bravo y calle Cortés, donde la víctima le dio alcance al «rata». Los hombres forcejearon durante algunos segundos hasta que el malandrin sacó un arma (no se sabe si picahielo o cuchillo) y apuñaló a su víctima.
El comerciante cayó al suelo, se llevó las manos al pecho y se retorció del dolor. Bastaron unos minutos para que Alejandro, una víctima más de la delincuencia, muriera frente a sus amigos locatarios.
Peritos se encargaron de levantar el cuerpo mientras los comerciantes y familiares del joven lloraban de rabia e indignación por lo ocurrido.
Del asesino no se sabe nada.







