Conocí a Arturo Castagne Couturier por ahí del año 2000, cuando era uno de los personajes que encabezaba el movimiento para hacer de San Rafael un municipio libre. Me recibió en su negocio, una central ganadera, para hacer una entrevista sobre el tema.
Hoy, casi 20 años después, el empresario veracruzano encabeza otro movimiento, mucho más trascendente que el anterior: que se haga justicia en el asesinato de su hijo.
A más de seis meses del homicidio, ofrece una recompensa de 1 millón de pesos a quien dé con el paradero del asesino, vivo o muerto. En sus redes sociales dio a conocer, hace un par de días, que apenas la Procuraduría de Puebla le ha enviado el primer oficio sobre la investigación del caso, una muestra de la lentitud con que se imparte la justicia en todo el país.
El caso de Arturo Castagne es el de cientos de miles de madres y padres en Veracruz y en México, quienes a diario claman justicia, quienes están muertos en vida tras su tragedia, pero que no se cruzan de brazos.
A diario siguen apareciendo en los medios de comunicación, noticias relacionadas con secuestros y asesinatos, a diario hay luto y dolor en muchos hogares de México, pero también hay impasividad de las autoridades.
Por eso es una preocupación de todos, el hecho de que las Fiscalías sean más órganos políticos de revancha, que para esclarecer los casos impunes. Al menos la de Veracruz ha perdido muchos meses en una defensa férrea por la permanencia de su titular, en lugar de avanzar en desahogar todos y cada uno de los casos que están empolvados en sus archivos.
El de Arturo Castagne así se ha convertido en un movimiento, de una sola familia, que no se ha rendido, que ha tocado las puertas y las fibras más sensibles para hacer escuchar su voz. Muchos otros más, en la misma situación, replican los pasos. A todos hay que escucharlos y hacerles eco para ver si así las autoridades salen de su letargo y, finalmente entienden el significado de la empatía.
Ojalá en este y en cada uno de los casos se haga justicia.
@YamiriRodriguez
