Según el alcalde de Misantla, Othón Hernández Candanedo, “La Despescuezada” tiene cien años de antigüedad. Por lo que debemos suponer que en 1919 un desadaptado de ese municipio se despertó con la idea de colgar a un ave de las patas e invitar a los vecinos a jalarle el pescuezo.
Pero eso es puro cuento. Este acto salvaje, criminal e inhumano no tiene tanto tiempo y menos en una comunidad como Paso Blanco, cercana a Misantla, donde se supone que es una de las tradiciones carnestolendas del lugar.
¿En qué consiste La Despescuezada? En amarrar un pato por las patas a una soga y jalarlo del pescuezo hasta matarlo.
Como es de suponerse, los grupos de protección a los animales pusieron el grito en el cielo y exigen a las autoridades que anulen en definitiva esa barbaridad, pero el alcalde Othón Hernández la defiende como una costumbre sustantiva de las fiestas de carnaval.
“Es una tradición y no es de ahora, ya tiene cien años” dice el sujeto mentiroso. Pero aunque en efecto fuera una tradición centenaria, no todas son para conservarlas y menos aplaudirlas.
Otra “tradición” que debe desaparecer es el embalse de toros en las fiestas de La Candelaria en Tlacotalpan. ¿En qué consiste? En atar toros cebú a una lancha y llevarlos de una orilla a otra del río. Generalmente son seis los toros y no todos logran cruzar el caudal ya que mueren ahogados. Pero los que sobreviven son golpeados brutalmente y la crueldad llega a extremos de mutilarles los genitales y el rabo.
¿Esas son tradiciones que hay que conservar? Por favor…
Si a salvajadas vamos le voy más a la Xiqueñada en el pueblo de Xico, que consiste en soltar toros en la calle principal para que la raza les dé unos cuantos pases. Y es que ahí no sólo el toro es el maltratado, sino también los aprendices de toreros.
Hace años conocí a un cuate que por querer quedar bien con la novia se aventó al improvisado ruedo y el toro le vació un ojo, le desfiguró el rostro, lo dejó tullido para todos los días de su vida y para colmo lo dejó sin la novia que se le fue con otro.
Escudarse en que estas estupideces son “tradiciones ancestrales” que deben cultivarse; alegar que son parte de los usos y costumbres de los pueblos y por lo tanto deben respetarse es una soberana tontería.
Ni el carnaval de Misantla desmerecerá sin La Despescuezada, ni las hermosas fiestas de la Candelaria en Tlacotalpan serán menos hermosas si quitan para siempre el brutal embalse de toros.
Pero en el caso de Misantla el alcalde dijo que hablará con los legisladores encargados de la Comisión de protección a los animales para convencerlos que La Despescuezada no es un criminal atentado a la vida de las aves, sino una bonita y pintoresca usanza.
Bueno sería que don Othón comience otra tradición consistente en que lo cuelguen a él encuerado y de los pies. Y sus gobernados pasen a jalarle el pescuezo y los tanates como parte de los festejos del carnaval de Misantla.
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