La compositora Gabriela Ortiz (Ciudad de México, 1964) recibió en noviembre un correo electrónico de Gustavo Dudamel, director de la Filarmónica de Los Ángeles, donde le pedía una obra que acompañara la Sinfonía No. 9 de Beethoven en la última gala de celebración del centenario de la orquesta.
Ese encargo puso a Ortiz en una encrucijada: ¿Qué haría al lado de una obra monumental como la Novena?
Dudamel quería una pieza para orquesta y coro, con un texto en español que de alguna manera estuviera relacionado con las ideas de fraternidad e igualdad del creado por Schiller -«Oda a la alegría»-, adaptado por Beethoven e incluido en el cuarto movimiento de la Novena.
Ortiz parecía estancada con esta comisión, hasta un afortunado encuentro con sus amigos de Southwest Chamber Music, ensamble de música contemporánea de California, con quienes grabó su disco Aroma Foliado. «¡Yanga!» le propuso Jeff Von Der Schmidt, director del ensamble.
La compositora llevaba algún tiempo con el proyecto de escribir una ópera sobre la historia de Gaspar Yanga e incluso, contaba con el libreto escrito por el español Santiago Martín Bermúdez.
Gaspar Yanga fue un príncipe africano de la familia real de Gabón, capturado y traído como esclavo a la Nueva España. Escapó y durante 30 años sobrevivió como fugitivo, liberó a otros esclavos y organizó revueltas; asaltaba los cargamentos en su ruta a Veracruz donde eran embarcados hacia la península.
Logró negociar con la Corona española la fundación, en 1609, de San Lorenzo de los Negros, el primer asentamiento libre de toda América, ahora llamado Yanga, en Veracruz.
«Me parecía que la idea era perfecta. La historia de Yanga toma conceptos como la libertad, la equidad racial. Inmediatamente dije: ¡claro!», narra Ortiz vía telefónica, horas antes de abordar el avión rumbo a Los Ángeles para el estreno mundial, bajo la batuta de Dudamel.
La compositora le planteó al director venezolano la pertinencia de una obra como Yanga, cuando persisten diversas formas de esclavitud, explotación y racismo, como le habló de lo importante que resultaba hablar de la tercera raíz: los afromexicanos.
Cuando Dudamel le dio luz verde, Ortiz pidió al libretista Santiago Martín Bermúdez un fragmento posible de utilizar en la nueva obra para coro, orquesta y el ensamble Tambuco: «¿Quién es Yanga? Nadie sabe quién es Yanga. ¿Qué fue Yanga? Sí lo sé. Pues di lo que Yanga fue. Fue el que plantó las cimientes para un pueblo en libertad. Ver a esa india Pilar y a ese negro Yanga, juntos plantan la semilla de poblados y palenques, lugares de libertad. Lejos las inquisiciones, lejos crueldades de dioses…».
Ortiz propuso incluir al cuarteto de percusiones Tambuco, capaces de tocar instrumentos no comunes en la dotación sinfónica, como los tambores batá.
Hace dos semanas, Ortiz acudió al ensayo en Los Ángeles con la orquesta y Tambuco. Aún no pudo escuchar a Los Angeles Master Chorale. Eso ocurrirá mañana, cuando Yanga y su poderoso mensaje sobre la libertad, la igualdad resuene en el Walt Disney Concert Hall.
Mientras tanto, Ortiz no renuncia a su deseo de que Yanga llegue a la ópera.
Una orquesta comprometida
En su gira por México, otra obra de Gabriela Ortiz, Téenek. Invenciones de territorio (2017), se escuchará en el Palacio de Bellas Artes bajo la batuta de Gustavo Dudamel el 13 de noviembre.
Esta pieza también está programada en la gira de la Filarmónica de Los Ángeles Europa, cuando se presente en el Barbican de Londres, el día 19. Un programa que incluye como solista a la leyenda del jazz Herbie Hancock.
«Necesitamos tener mucho más acceso para que la música de Latinoamérica se difunda mejor en Europa;
hay mucho desconocimiento, y ahí estamos en una franca desventaja», dice.
A la vez que Ortiz, quien lleva cuatro comisiones con la filarmónica angelina, subraya el compromiso de esta orquesta con la música de su tiempo: comisionaron a 50 compositores en un año.
«No he visto tal compromiso de una orquesta, una orquesta que mira al futuro».





