DEL ANECDOTARIO: Siempre fue harto conocida la forma compulsiva de Javier Duarte para comer, pero además lo preocupante era lo que comía. Gustaba mucho de pastelitos marca Marinela como “Pingüinos” y “Chocorroles”, los cuales engullía con fruición. Y además, se “bajaba” esa golosina con una Coca-Cola de medio litro. Mínimo se metía unas 3 o 4 mil calorías de una sola sentada.
Cierta vez, cuando nos mostraba un moderno y bien equipado gimnasio en la Casa de Gobierno, no pudimos evitar preguntarle: “¿y sí lo usas?”, a lo que un tanto molesto contestó: “¡¡¡claro que lo uso!!!”.
En esa ocasión, Duarte nos platicó que todos esos aparatos de gimnasio habían sido comprados con la asesoría de Karime Macías, quien sí hacía mucho ejercicio. La entonces cónyuge del ex gobernador lucía muy delgada, a diferencia de JDO.
Una noche, en reunión con columnistas y directores de medios en la Casa Veracruz, los meseros comenzaron a servir. Primero fue una deliciosa crema de piñón; luego una ensalada de lechuga salpicada con finos aderezos, nueces y trocitos de duraznos en almíbar; luego, de plato fuerte, a elegir: filete de pescado o un corte de res a las brasas, con verduras al vapor como guarnición.
Pero Duarte devoraba algo grasoso, con queso y pepperoni. “¡Perdón amigos, pero es que hoy es miércoles de pizza!”.